Al inicio, en el informe de Roma encontramos a un Lacan hegeliano que dice “...la cuestión de la terminación del análisis es la del momento en que la satisfacción del sujeto encuentra cómo realizarse en la satisfacción de cada uno, es decir, de todos aquellos que se asocian en la realización de una obra humana”.1 Tal equivalencia entre los goces, tal reabsorción de lo particular en lo universal, será más tarde duramente cuestionada por el propio Lacan, que no por eso abandona la idea de un fin de análisis articulado con el destino del lazo comunitario. Entre las referencias más cruciales, se cuenta la de Televisión 2, en la que hace depender el destino mismo del psicoanálisis de la salida del discurso capitalista, que sólo tendrá incidencia si es plural.
Cuando se refirió a la destitución subjetiva en el Discurso a la Escuela Freudiana de París 3, dio ejemplos concretos relativos a la inserción del sujeto en lo colectivo. Es que en esa destitución, el sujeto se apaga y con él la querella con el Otro: esto mismo posibilita la aplicación a una tarea en la que el deseo decidido cobra relevancia.
Sin embargo, si la posición del “guerrero aplicado” resulta ilustrativa para dar cuenta de la destitución subjetiva, no lo es tanto para ejemplificar la identificación al fin del análisis. Los hombres vacíos son los más crueles: En Eichmann en Jerusalén4 Hannah Arendt muestra cómo el mal se encarna en las existencias caracterizadas por la banalidad suturando, incluso, la oquedad de la vida. Conciente de su dificultad en expresarse debido a una afasia moderada, Eichman confiesa en su juicio: ”Mi único lenguaje es el burocrático”. Arendt destaca que se trataba de alguien que era verdaderamente incapaz de enunciar una frase que no fuese un clisé, la vacuidad de sus palabras y la imposibilidad de ponerse en el lugar de su interlocutor, iban de la mano con su incapacidad de pensar. Nunca dejó de afirmar que él cumplía con su deber, que no solo obedecía órdenes, sino que también obedecía la ley. Su lectura de la Crítica de la razón práctica5 lo llevó a interpretar de la siguiente manera el imperativo categórico: “Compórtate de tal manera, que si el Führer te viera aprobara tus actos”. Interpretación indignante ya que la filosofía de Kant, estrechamente unida a la facultad humana de juzgar, elimina absolutamente la obediencia ciega y jamás equipara la ley con el supuesto legislador, interpretación que habla de cómo una orden malévola se asienta en una existencia inconsistente dándole un cuerpo y aun, un sentido. El sujeto de nuestros tiempos es un sujeto desamarrado de la tradición, deshabitado de marcas históricas: de ahí su propensión a las identificaciones colectivas. Los desiertos --recuerda Arendt-- pueden llevar a los peores oasis a los que se lleva la arena del desierto en los zapatos: la experiencia de los totalitarismos y el inmenso desarrollo de las posibilidades de aniquilación. Lacan propone para el fin del análisis, no el vacío de identificación de esos hombres epocales “vacíos y llenos” descriptos por el poeta Elliot, sino la identificación al síntoma 6.
La identificación al síntoma en el fin de análisis ¿en qué consiste? ¿cuál es el estatuto del yo y el destino de sus insignias? La identificación al síntoma en el fin de análisis es a lo más real, es decir que se trataría de una identificación, que no enmascararía la pulsión por el fantasma. Resuena aquí la hipótesis freudiana acerca de la neocreación de un estado, que no preexistió, en el yo. Dicha identificación sería capaz de acoger lo pulsional, en lugar de transformarlo en goce del Otro. Para que ello resulte posible es necesaria una modificación en el estatuto del Otro como consecuencia del encuentro con su heterogeneidad: el corazón de su ser diferente de las intenciones que le imputo.
Tal identificación traza el camino para pensar una lógica colectiva ya que ella conduce a esa identificación al grupo de la que habla Lacan a propósito del cartel 8. Allí expresa: “Lo que yo deseo es la identificación al grupo, porque es seguro que los seres humanos se identifican a un grupo; cuando no se identifican a un grupo están fallados, están para encerrar. Pero no digo por eso a qué punto del grupo tienen que identificarse”. No se trata de un silencio caprichoso ni de una argucia de genio enigmático. Preferir no decir a qué punto del grupo hay que identificarse es porque decirlo abriría el camino de la repetición de los significantes ligados al ideal junto a la segregación que conllevan. Luego afirma que: “el punto de partida de todo nudo social se constituye por la no relación como agujero” como si no formular el rasgo de identificación se vinculase estrechamente con este punto como fundamento. Un sujeto enterado de la heterogeneidad que lo habita puede albergar lo heterogéneo del grupo lejos de expulsarlo como impropio. La orientación lacaniana no es ese empuje a lo uniforme en la que nos reconocemos por usar lo real como esa palabra que deviene la moneda gastada de Mallarmé. La relación con lo real se verifica en actos y no en lo que se vocifera. Actos, donde se verifica ese “Uno” tan bien ilustrado por Leibniz cuando alude a la máxima unidad en la máxima diversidad. Fundamento para una lógica colectiva.
Notas:
1 Lacan ; J; “ Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, Escritos I trad. Tomás Segovia, Bs. As.,Siglo veintiuno editores, 1975, p 309.
2 Lacan J; Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión, Bs. As.,Anagrama, 1977, p 99.
3 Lacan, J; “Discurso a la Escuela Freudiana de París”, inédito
4 Arendt, H; Eichmann en Jerusalén, Trad. Carlos Ribalta, Barcelona, Ed Lumen; 2000, p.p78-80.
5 Ibíd p 206-08
6 Lacan Seminario XXIV, “ L´insu que sait de lúne –bevue s´aile a mourre”, inédito
8 Lacan; J; Seminario XXII, RSI, clase 15-4-75, inédito
Silvia Ons es analista miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
Publicado en Página 12