-¿Cuáles son los nuevos paradigmas en torno al desarrollo infantil?
-Desde un tiempo a esta parte, a partir del avance de las neurociencias surgió una corriente que pretendía explicar a partir del conocimiento del funcionamiento del cerebro la forma en la que los sujetos se desarrollan y el origen de los llamados trastornos del neurodesarrollo de los niños y las niñas. Si bien muchos de los aportes que surgen de las neurociencias son realmente valiosos y representan una importante contribución al conocimiento sobre el desarrollo humano, somos muchos los que pensamos que si a la hora de pensar el desarrollo integral solamente analizamos el cerebro, vamos a estar viendo solo una cara del cubo, y no vamos a poder analizar adecuadamente y mucho menos brindar los apoyos que las niñeces, las familias y las comunidades necesitan tanto para promover un desarrollo saludable como cuando surjan obstáculos en su desarrollo.
Ahora bien, contestando la pregunta, no se si podemos llamarlos nuevos, pero sí pienso que lo que se viene en torno al desarrollo infantil, son aquellos paradigmas que vienen a sumar dimensiones a la mirada compleja que requiere el abordaje de esta temática como la perspectiva de género, de derechos, de diversidad, de interculturalidad y de equidad, entre otras y que le dan un lugar preponderante al juego y a la construcción de redes de trabajo intersectoriales e interdisciplinarias. Cada vez estoy más convencido de que no se necesitan superespecialistas para trabajar estas temáticas, sino equipos de trabajo interdisciplinarios comprometidos, que trabajen articulando con actores de los distintos sectores de la sociedad.
-¿Hay parámetros de "normalidad" en el desarrollo infantil?
-Desde algunas corrientes, históricamente se han pensado las trayectorias de desarrollo de niños y niñas como universales, unilineales e independientes de los contextos. Desde esta perspectiva, se intentaron establecer parámetros universales de normalidad en base a datos obtenidos a partir de poblaciones con características socioculturales determinadas, y se pretendió extrapolar esos parámetros a otras poblaciones con características muy diferentes, asumiendo que pueden ser transferidas directamente sin inconvenientes. Al pensar el desarrollo integral como un proceso sociohistórico y cultural, no es posible analizar las trayectorias de desarrollo de niños y niñas sin considerar los contextos ni los momentos históricos en los que sus vidas transcurren, dado que como hemos dicho, los entornos son determinantes fundamentales de su desarrollo. Por este motivo, lo que se considera “normal” en un lugar y en un momento histórico dado, puede no serlo en otro.
Sin embargo, y a pesar de que el concepto de “normalidad” en el desarrollo es central dado que es el gran organizador de nuestra práctica clínica, nos detenemos muy poco a pensarlo y a analizarlo. Pareciera que es como un dogma… algo impoluto. Como si estuviera sacralizado. Pero a pesar de que no se reflexiona mucho sobre el tema, el concepto de normalidad y su contrapartida, lo anormal o patológico, está presente, implícita o explícitamente casi indefectiblemente a la hora de evaluar el desarrollo y el comportamiento de niños y niñas tanto en el ámbito de la salud como en el de la educación.
En el trabajo que publicamos en 2022 en la revista Salud Colectiva “¿Existe una normalidad en el desarrollo infantil?: Alcance y usos del concepto de desarrollo normal en la clínica y en la investigación con niños y niñas” junto con Carolina Remorini, antropóloga e investigadora del CONICET, nos preguntamos e interpelamos acerca de este tema y nos propusimos discutir a partir del encuentro entre la pediatría y la antropología, los sentidos y alcances del concepto de “normalidad” en su aplicación al abordaje de los procesos de desarrollo infantil.
A modo de mini spoiler de alguno de los aspectos que trabajamos en el texto, lo primero que debemos decir es que “la normalidad” no existe en sentido abstracto. El concepto de normalidad es una convención, y como tal, es una creación humana que debe ser entendida en su anclaje sociohistórico, científico y político. Y si aceptamos esto, nos alejamos de la idea según la cual existe “una normalidad” como resultado de un proceso natural y universal, así como también de que se trata de una categoría neutral y objetiva. De lo contrario, es una construcción discursiva, resultado de clasificaciones y tipificaciones basadas en expectativas que alcanzan cierto consenso en una comunidad de práctica o en algún sector de ella, por lo general, de los sectores dominantes.
Ahora bien, aunque muchas veces se pretenda establecer límites precisos para definir la normalidad, la realidad es que no existe una línea que separe lo normal de lo patológico. Sin embargo, desde un punto de vista clínico es posible la realización de abordajes integrales que nos van a permitir inferir la presencia de obstáculos en la trayectoria singular de desarrollo que cada niño y cada niña construye a partir de su propio equipamiento, en el encuentro con los otros, en un contexto determinado, a partir de lo cual podremos pensar intervenciones posibles personalizadas para cada situación.
-¿Cómo conceptualizás el desarrollo infantil?
-Desde mi concepción, el desarrollo infantil es un proceso que se caracteriza por su complejidad, que tiene múltiples determinaciones, y que si bien en alguna medida y en un mismo momento histórico las trayectorias de desarrollo de los niños y las niñas pueden impresionar ser muy parecidas, en rigor siempre son singulares. Es decir, así como no hay dos niños o dos niñas iguales, no existen dos trayectorias de desarrollo idénticas. Siempre tienen características y ritmos diferentes en cada niño y cada niña, lo que las hace únicas. Es el resultado de la interacción dinámica entre un niño o una niña con un equipamiento biológico y un ambiente determinados, en el cual las experiencias que vive cumplen un rol fundamental. Si complejizamos un poco más esta primera idea, podemos pensarlo como el producto de una doble incidencia: por un lado inciden los procesos madurativos de orden neurológico y genético, y por otro lado los procesos de constitución del sujeto psíquico. Estos dos procesos no se dan en forma independiente ni aislada, sino que ambos procesos se interdefinen y se interdeterminan, y a su vez tienen lugar en un ambiente específico, que lejos de ser el mero escenario en donde transcurren, tiene efectos claves sobre cada uno de ellos. Cuando hablo de ambiente, me refiero a los distintos entornos en los que los niños y las niñas pasan muchas de las horas de sus días, los cuales están atravesados por el contexto social, político, económico, histórico y cultural en el que están inmersos, que tiene fuerte incidencia en la trayectoria singular de desarrollo de cada uno y cada una.
-¿Cómo cambió en el último tiempo la concepción sobre el mismo?
-En el último tiempo se vienen dando discusiones muy interesantes que, a partir del aporte de distintas disciplinas, ponen en tensión la concepción del desarrollo infantil que viene de las ciencias biomédicas, la cual enmarcada en una perspectiva biologicista, reduce la complejidad del desarrollo de niños y niñas a la dimensión biológica, dejando por fuera los procesos subjetivos y socioculturales que intervienen en sus vidas. Y si bien esta concepción reduccionista permite simplificar el abordaje clínico, la realidad es que los niños y las niñas no funcionan como máquinas pequeñas. No podemos pensarlos como sistemas cerrados, escindidos de sus entornos. Por este motivo, y dada la importancia que tienen las palabras que se utilizan cotidianamente en la construcción de sentido, me parece que para hacer referencia a este proceso, resulta mucho más adecuado utilizar el término desarrollo integral de niños y niñas que el de neurodesarrollo.
Asimismo, otro cambio interesante que se viene dando en los últimos años es que se lo está pensando desde una perspectiva de derechos, es decir, que en línea con la Convención sobre los Derechos del Niño, reconocer a los niños y las niñas como sujetos de derecho implica que el Estado tiene el deber de garantizar sus derechos, entre ellos al de un desarrollo integral, lo que incluye derecho a una alimentación saludable, a cuidados adecuados, al juego y al esparcimiento, a una vivienda digna, al respeto por sus hábitos, costumbres y cultura, entre otros. Pensar el desarrollo integral desde esta perspectiva, ubica a los adultos y al Estado en un lugar distinto en relación a sus compromisos y obligaciones con las niñeces. Garantizar el desarrollo integral de las infancias no es un privilegio que se les otorga a algunos sino un derecho que le corresponde a todos y a todas.
Queda aún mucho camino por recorrer, pero cada vez hay más y muy ricas e interesantes experiencias de trabajo en esta línea en distintos lugares del país, lo que da cuenta de que aún con dificultades, estamos caminando.
Esteban Rowensztein es Médico Pediatra, especialista en Desarrollo Infantil. Médico de planta del Hospital de Niños “Dr. Ricardo Gutiérrez” de CABA Consultor externo de la Dirección de Salud Perinatal y Niñez del Ministerio de Salud de la Nación. Miembro del Comité Nacional de Pediatría General Ambulatoria de la Sociedad Argentina de Pediatría. Coautor del libro "Pediatría, Desarrollo Infantil e Interdisciplina. Una mirada desde la complejidad", publicado por Noveduc. Coordinador del Curso “Miradas e interrogantes en torno al desarrollo infantil”, dictado en la SAP desde el año 2015.