-¿Cuál es la naturaleza del psicoanálisis?
-El psicoanálisis es una teoría de la mente, posiblemente la más interesante que hemos desarrollado hasta ahora. Es un “discurso paradójico” porque nunca podrá constituirse como disciplina unificada, no podemos claramente definirla ni como ciencia, ni tampoco como arte. Desde sus comienzos, los desarrollos teóricos y técnicos del psicoanálisis han reflejado la complejidad intrínseca de su naturaleza. Cornelius Castoriadis sugirió que los seres humanos estamos motivados y dirigidos por una imaginación descontrolada, la que nos distingue del resto del mundo animal. Los primates pueden comportarse de maneras similares a los seres humanos pero no han logrado, hasta ahora, crear el lenguaje, la música, la ciencia, la literatura, el arte, ni tampoco el psicoanálisis. El psicoanálisis es una disciplina subjetiva, definida ella misma por una reflexión sobre esa imaginación descontrolada, la que nunca se agota. Como teoría, ofrece hipótesis explicativas de nuestras acciones y conductas, hipótesis que conducen a conclusiones plausibles pero que nunca podrán ser “científicamente” verificables. Ahora bien, en su función terapéutica, lo que se puede llegar a evaluar son sus resultados, digamos, más bien, las consecuencias prácticas de su aplicación: tal o cual paciente, ¿lo ha podido usar? ¿Y de qué manera? ¿Cómo debemos adaptar el tratamiento a cada sujeto? Pero esas consideraciones y evaluaciones, aunque fundamentales, no dan cuenta de la naturaleza del psicoanálisis.
-¿Cuál es su orientación clínica?
-Me recibí de Psicólogo Clínico en 1969, cuando ya por aquel entonces, el psicoanálisis formaba una parte importante, fundamental de nuestra cultura, principalmente en Buenos Aires. La historia de mi generación es conocida: crecimos con Pichon Rivière, Bleger, Liberman, Arminda Aberastury, León Grinberg, Emilio Rodrigué, Racker y muchos más. La influencia de Melanie Klein y sus colegas británicos fue muy fuerte: Bion, Paula Heimann, Hanna Segal, Herbert Rosenfeld y tantos otros. Después, les siguió Lacan. Antes de terminar mi carrera, descubrí El Yo Dividido, de R. D. Laing, lo que me determinó a viajar a Londres en 1970, donde tuve la suerte de estudiar y trabajar con él y sus colegas de la anti-psiquiatría. Había llegado con un pasaje de ida en un barco de carga y doscientos dólares en el bolsillo; pensaba quedarme por un año pero esa experiencia duró unos cinco años, con un período pasado en una de las comunidades terapéuticas conviviendo con personas “esquizofrénicas”. Más tarde, comencé mi formación en la Sociedad Británica de Psicoanálisis, dentro de lo que se llamó la tradición del “Grupo Independiente”. Éste estaba compuesto por un grupo heterogéneo de analistas como Michael and Enid Balint, Winnicott, Bowlby, Marion Miller, Charles Rycroft (el analista de Laing) y muchos otros. Mi generación de candidatos incluyó futuros conocidos autores como Christopher Bollas, Patrick Casement, Juliet Mitchell, Neville Symington, Ron Britton, etc. Al mismo tiempo, mis lecturas de los autores franceses, mi amistad y mis colaboraciones con André Green han tenido una influencia paralela teórica importante en mi formación, determinando mi orientación clínica.
-¿Qué nos puede contar acerca de la Institución que fundó en Australia?
-El Centro de Estudios Psicoanalíticos de Brisbane fue fundado conjuntamente con mi mujer, Valli Shaio Kohon, que es psicoanalista de adultos de la Sociedad Británica, como también de niños y adolescentes, formada en la Tavistock Clinic. En 1988 decidimos emigrar a Brisbane, Australia, donde solamente existía un pequeño grupo de terapeutas de orientación psicoanalítica. Nuestro interés era el de crear una institución de divulgación profunda y amplia del psicoanálisis, en el contexto de un medio políticamente reaccionario y culturalmente anti-psicoanalítico. Fue un gran desafío, mayor de lo que nos habíamos imaginado. Tuvimos la suerte de contar con la extensa biblioteca personal de Herbert Rosenfeld, quien había fallecido recientemente, lo que nos posibilitó crear una biblioteca para el uso de los estudiantes; ésta incluyó la colección completa del International Journal of Psychoanalysis - en aquel entonces no existía el Internet! Ofrecimos distintos cursos y seminarios, tanto teóricos como clínicos, cubriendo una amplia gama de temas, contando con la colaboración no sólo de un pequeño grupo de terapeutas sino también de filósofos, escritores, médicos y académicos que enseñaron en el Centro. El éxito de nuestro proyecto culminó en la organización de tres congresos internacionales sobre Psicoanálisis, Literatura y el Arte; Psicoanálisis, Locura y el Teatro, y Psicoanálisis, Perversiones y el Cine.. Después de siete años de vivir en Brisbane nos dimos cuenta de cuánto extrañábamos, y decidimos regresar. El Centro continúa funcionando en manos de gente local, pero ya no tenemos nada que ver con sus actividades.
-¿Cómo es en la actualidad la clínica psicoanalítica en Londres?
-Hay que tener en cuenta que la proporción del número de psicoanalistas en relación a la población es relativamente pequeña, y la gran mayoría de ellos viven en Londres. En mi propia Sociedad Psicoanalítica tenemos unos 500 miembros. No obstante, la influencia del psicoanálisis británico ha sido muy significativa en todo el mundo. En Inglaterra misma las contribuciones de los psicoanalistas han sido muy importantes en distintas áreas de la salud mental, el trabajo social, la educación, la psiquiatría, la pediatría y la práctica de la medicina familiar. Recientemente, se creó otra sociedad psicoanalítica que contará posiblemente con unos 100 miembros; teniendo en cuenta diversas instituciones profesionales de orientación psicoanalítica de toda Gran Bretaña, los profesionales sumarán unos 4000 terapeutas en una población de 67 millones de habitantes. Por muchas décadas, el pensamiento psicoanalítico estuvo muy presente, tanto en las instituciones de salud pública de Inglaterra (hospitales y centros de salud gratuitos, perteneciente al National Health Service), así como en la práctica privada - la que sigue floreciendo. Pero distintos gobiernos conservadores en los últimos años, más las serias crisis económicas que se han sufrido universalmente, han provocado una situación bastante crítica. En el campo de la salud mental la demanda está en constante aumento pero el sistema no puede proveer suficiente ayuda a toda la gente que la necesita, sobre todo para los niños y adolescentes. Por otro lado, las actividades creativas en el psicoanálisis siguen siendo muy activas: congresos, publicaciones de revistas y libros, conferencias, debates, etc.. Por necesidad, claro, muchas de estas han sido a la distancia debido a la pandemia.
-A pesar de su relativa popularidad, el psicoanálisis siempre ha sido criticado por sus teorías, por su costo, por su duración, etc., ¿Cómo considera en estos momentos las demandas de tener que ofrecer pruebas de resultados, de comprobar la eficiencia del psicoanálisis y de establecer la “transparencia” de esa disciplina, a través de los criterios de “evidencia científica”?
-El énfasis presente en la investigación “basada en la evidencia” es una cuestión muy compleja, énfasis que ha tomado como modelo al de la medicina, el que en sí mismo debe ser cuestionado y problematizado. La preeminencia de los casos clínicos es la forma más auténtica y legítima de evaluar el valor del psicoanálisis, de hacerlo conocer, de mostrar el valor terapéutico de los tratamientos y, digamos, de “rendir cuenta” de lo que, como psicoanalistas, pensamos y hacemos.
Gregorio Kohon se recibió de Psicólogo Clínico en la Universidad de La Plata, en 1969. Al año siguiente viajó a Londres, donde estudió y trabajó con R.D. Laing y sus colegas de la anti-psiquiatría por varios años. En 1979, completó su formación en la Sociedad Británica de Psicoanálisis, de la que es miembro didacta desde 1997. Entre 1988 y 1994 vivió en Australia, donde fundó y dirigió el Centro de Estudios Psicoanalíticos de Brisbane. Ha enseñado y dado conferencias en diversos países, entre otros Francia, España, Italia, Polonia, Suecia, Portugal, Noruega, Australia, Nueva Zelandia, Estados Unidos y Cuba. Sus obras han sido traducidas al francés, italiano, polaco, sueco, portugués, alemán y japonés.