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5 DE SEPTIEMBRE DE 2012 | LITERATURA EN FREUD Y BORGES

Borges y el Otro, la figura del doble

Con el fin de explicar la figura del doble en la Literatura y en el Psicoanálisis partiré de dos relatos de Borges cuyo protagonista es el mismo autor: “Borges y yo” y “El Otro”.

Por Norma Tortosa
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En el primer cuento el protagonista afirma, paradójicamente que “al otro, a Borges es a quien le ocurren las cosas”; así sugiere la posibilidad de ser uno y ser otro al mismo tiempo, o ser también cualquier otro. Porque “lo bueno” de sus páginas, “ya no es de nadie, -afirma- ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición”. Mientras narra, Borges se va eclipsando, va “cediendo todo al otro”, al decir: “así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro” hasta terminar afirmando: “No se cuál de los dos escribe esta página”.

Sus textos ilustran temas psicoanalíticos fundamentales que él recorre desde su intuición literaria, a través de espejos y laberintos, en un tiempo circular de cambios y repeticiones que explican su insistente preocupación por la finitud y la eternidad.

Freud estudia el fenómeno del doble, en particular en un trabajo de 1919 que titula “Lo ominoso”, basándose en un famoso cuento de Hoffman, “El hombre de la arena”.

Se refiere al efecto siniestro que provoca la aparición de este “otro yo” cuyo surgimiento se remonta “a las épocas psíquicas primitivas y superadas”.

El doble se construye desde los primeros momentos de la vida en el interjuego dialéctico con el otro, la madre; la mirada de la madre en la que el niño se contempla de acuerdo con lo que supone que espera de él. Allí el doble es el “mi – tu” que marca el comienzo del deseo del sujeto, en el deseo del Otro.

Freud afirma que la literatura muestra el efecto de lo siniestro al recurrir al uso de ciertos trastornos del yo que implican “un retroceso a fases singulares de la historia del desarrollo del sentimiento yoico, de una regresión a épocas en que el yo no se había deslindado aún netamente del mundo exterior, ni del Otro”.

Los posteriores desarrollos de Lacan respecto al “estadio del espejo” nos aclaran el origen del sentimiento de lo siniestro. La imagen del niño en el espejo que sirvió para sostenerlo y unificarlo, retorna desde fuera amenazando su integridad.

Borges descree de la realidad objetiva, piensa que el intelecto no puede dar cuenta de ella, sólo podría hacer una interpretación arbitraria, por ello, la deja bajo sospecha; del mismo modo, el yo es una ficción, una construcción mental, acaso un sueño.

“El Otro” relata el encuentro entre un Borges ya mayor con el joven Borges, menor de 20 años. La escena se desarrolla en el marco de una alternancia entre fantasía y realidad que altera el tiempo y el espacio que ambos ocupan y que paradójicamente son distintos, para Borges están en Cambridge, a orillas del río Charles en 1969 y junto al Ródano en Ginebra en 1918, según el joven.

La metáfora del encuentro casual en un camino, el camino de la vida, es siempre una alusión al destino. En un cruce de caminos se encuentran Borges y su versión joven a quien él llama “el otro”, pero él y su otro son dos personas absolutamente diferentes. Son dos generaciones, en este caso, de un mismo sujeto.

Dice Borges: “Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar”.


Norma Tortosa. Psicoanalista, Madrid

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