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15 DE DICIEMBRE DE 2009 | ENTRE DIAGÓSTICOS Y SÍNTOMAS

ADHD, un nombre para la falla de la función de inhibición

En la actualidad el trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad, forma parte del discurso corriente. Entre lo cultural y lo subjetivo, ¿qué es lo nuevo en el ADHD y cómo se ha extendido tanto?

Por Mónica V. Prandi
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Hubo un momento en que se creía que el déficit de atención concernía a una falla del niño en su posibilidad de aprendizaje, entonces la misma escuela trataba de poner remedio dentro de su propio campo. Hoy estamos ante una nueva forma de concebir lo que otrora fuera un síntoma escolar, ya no es un síntoma a nivel del aprendizaje sino que recae sobre el cuerpo del niños y la forma de tratarlo incumbe al campo de la psiquiatría.

Este pasaje de campos implica un cambio semántico ya que ahora se nombra al déficit de atención, con o sin hiperactividad, como un trastorno. Cuando se lo llamaba fracaso al menos se indicaba una mínima operación que señalaba la distancia entre el ideal y lo que no se ajustaba a él, decir sobre el fracaso escolar de un niño era un intento de denunciar que algo allí no funcionaba (M. Prandi y otros, El fracaso Escolar en el discurso analítico, Sexuación y otras investigaciones, Editado por Pequeño Hans /Tres Almenas.).
El nominalismo actual hace del ADHD una sigla muda que no dice ya ningún fracaso sino tan solo que ha de medicarse.

También terminó el tiempo donde dialogaban los diferentes discursos que podrían tener algún saber al respecto de este síntoma, ahora la terapia se centra en la farmacología. Los psicólogos, psicopedagogos y psicoanalistas recibimos en nuestras consultas niños que ya llegan medicados.

Una de las formas en que ahora queda prometido el bienestar es diagnosticando lo que no anda, como trastornos. El malestar se reduce a una pura descripción que soslaya la interrogación subjetiva y da consistencia a una ilusión que hace pareja con la medicación. El trastorno sitúa una desviación pero sin interrogar lo que anima dicho desvío (M. Prandi, La alfabetización en psicoanálisis, algunas consideraciones sobre el ADHD, Grama ediciones).

Podríamos decir que el déficit de atención está en el tratamiento que se le otorga a este trastorno, ya que a no parece despertar curiosidad que estos diagnósticos crezcan en número y en edades.

La edad del diagnostico de ADHD incluye desde niños muy pequeños hasta adultos. Los burn out que ocurren en las situaciones laborales, las peleas en el marco de una relación de pareja suelen comenzar a atribuirse a un ADHD no diagnosticado tempranamente. Muchos problemas de impulsividad que se dan en la vida adulta comienzan entonces a orientarse por el diagnostico de este trastorno y en consecuencia no hay nada más que interrogar.

Es de notar que este modo de funcionamiento, no es sin consecuencias.
Por un lado se reduce la dimensión subjetiva al cuerpo, ya que se considera –aunque todavía no ha sido posible saberlo a ciencia cierta -que el trastorno responde a cierto desorden del funcionamiento cerebral y la droga es el camino de resolución.

Una segunda consecuencia se ubica a nivel de la responsabilidad, ya que si no hay sujeto no hay quien pueda tomar responsabilidad en lo que sucede.

Y por último creo que el sistema mismo se ha visto obligado a tomar a su cargo el intento de reintroducir algo de esta dimensión subjetiva que se aplana, y lo realiza por la vía del sujeto del derecho.
El discurso jurídico toma lugar para velar por el derecho de las personas a tener lugar en la vida civil y laboral, a no quedar discriminados por portar este trastorno.

Sin embargo, hay que señalar que el campo de la victimización dispara la ley, pero sigue dejando latente al sujeto del inconsciente.
Los Civil Rigths toman presencia para tratar de ajustar lo que no marcha en cada quien, a la estructura social.

Es una mueca de la realidad contemporánea que se solidariza con la cultura de la victimización. Las victimas del ADHD van en camino de conquistar cada vez mas dispensas como sujetos del derecho civil pero, en una escala invertida a lo que abandonan como sujetos del inconsciente.

El medicamento un objeto del que se dispone en el mercado, tiene presencia para ser solicitado. Las drogas que se usan para tratar los trastornos de la atención e hiperactividad se promocionan por los medios de comunicación masivos y colaboran al inter-juego en que, por un lado el discurso científico prescribe medicación y por otro, los sujetos contemporáneos piden el milagro de la farmacología que la publicidad ofrece. Hacer pareja con la medicación es la consecuencia inevitable de las actuales administraciones de salud.

La demanda está impregnada del rasgo de la inmediatez. Cuando se abre la hiancia que presentifica la dimensión de la causa, emerge la angustia y ella es tramitada de manera urgente. Para ello viene muy al punto la “magia”de la medicación bajo sus ropajes de eficacia a corto plazo. Quizás podemos decir, que es la maniobra posmoderna por la que se rebaja el deseo a la demanda.

La hiperactividad es un síntoma permite encontrar una salida por la vía motora, no espera. Por la anulación del tiempo entre la causa y el efecto el sujeto se precipita en la urgencia. Ofrecer una píldora como respuesta al trastorno, sostiene la misma lógica.

Valiéndonos de las categorías del psicoanálisis podemos decir que se hace un uso contemporáneo de la demanda, que no respeta la operación de reflexión. La medicación es el objeto que obtura la hiancia que revela la división que causa al sujeto. Su efecto inmediato acalla el síntoma de la hiperactividad o el déficit de atención a la vez que nos pone a riesgo de suprimir la instancia de la pregunta subjetiva.

Cuando se nomina con hiperactividad se sostiene la idea de que hay algo en la actividad del niño que es excesivo e inútil.

Lacan en los años 70, en La tercera, afirmaba que el síntoma viene de lo real y revela un goce inútil. El síntoma en tanto real es lo que no marcha para cada uno, es la singular manera de fallar, lo que a cada uno le impide circular por las vías comunes lo que no encaja con lo que se espera según los ideales de cada momento histórico.

Los ideales de nuestro tiempo empujan a creer que los hombres, las mujeres y los niños deben marchar por las vías de la producción, sin embargo los síntomas se ponen en cruz con ese imperativo. El ADHD surge revelando una imposibilidad de producir que se estrella contra los ideales de la época.
Por otra parte entonces, cómo medir lo hiper? ¿Cuándo ese quantum se determina cómo excesivo?
El movimiento es consustancial al tiempo de la niñez, su necesidad de jugar y la curiosidad infantil inquieta y desplaza a los chicos constantemente. Sin embargo la infancia de hoy se inscribe en un contexto donde no se le hace lugar al movimiento del niño. Un ejemplo de ello son los colegios norteamericanos, que en su mayoría no tienen recreo. Es en este contexto que muchos de los casos diagnosticados como hiperactividad, pueden repensarse a la luz de la actividad como un signo vital del sujeto.
Pero, también es cierto que mas allá de los abusos diagnósticos, hay niños que tienen una particular relación al movimiento.
Se trata de de chicos que tienen dificultad o imposibilidad para suspender la descarga motora, sus motricidad no se orienta hacia un objeto en particular y además suelen, responder con acciones inadecuadas para el contexto.
La descarga motriz es un desorden del movimiento que no da indicios de aliviar sino que necesita repetirse al infinito y en este movimiento el cuerpo del niño queda tomado en un cortocircuito pulsional. Algo no se tramita adecuadamente, hay un goce que no se contabiliza en el inconsciente y deja al cuerpo atrapado en movimientos inadecuados, excesivos.
Tal como ya ha sido planteado en un trabajo anterior (M. Prandi, La Alfabetización en Psicoanálisis, algunas consideraciones sobre el ADHD, Psicoanálisis con niños, Grama Ediciones, Buenos Aires), queda preciosamente indicando en la lectura que Lacan hace de Freud que, la presión de lo que hay que reprimir en la sexualidad, para mantener el principio del placer –la libido- permite el progreso del aparato mental y por ejemplo la instauración en el aparato de la posibilidad de carga que llamamos Aufmerksamkeit, posibilidad de atención.
Lo que no se constituye en este proceso no permite que los objetos de la realidad sean investidos adecuadamente y enlazados sino que funcionan aislados, de a uno y anulándose la dimensión temporal y espacial que deja al movimiento carente de sentido, ya que no viene de ningún pasado ni se dirigiéndose a ningún punto por delante. Es una falla en la constitución del yo que emerge como inhibición, manifestándose en el actino out y también en el pasaje al acto. Cuando el yo queda impedido para alimentar catexias intencionales se favorece la dispersión, sea para llevar a cabo el curso del pensamiento, sea para encausar la acción.
Falla una operación que anuda la estructura. La inhibición a nivel del yo expande el territorio de la defensa, no el de la represión y sus efectos de retorno. El decaimiento del Padre en nuestros días no favorece la constitución del síntoma y favorece la proliferación de lo imaginario. Lacan en RSI, sitúa que la expansión del imaginario si de inhibición se trata, es lo que se define como simbólicamente imaginario. Sin embargo, también agrega, que la inhibición es una función que en alguna parte ¨…se detiene de entrometerse, de inmiscuirse en una figura que es figura de agujero, de agujero de lo simbólico. ¨
Si la inhibición como función que detiene el movimiento no se lleva a cabo habrá una falla que produce el goce de la inhibición.
Estas afirmaciones también releen los primeros modelos freudianos que nos sirvieron para saber que es por la insensibilidad periódica del sistema perceptor que se accede a la realidad, es decir que no hay un acceso al mundo sino filtrado por una discontinuidad. Esta operación de corte, permite acceder a una representación de tiempo, que ya no es inmediatez ni continúo.
La función de la inhibición es un hecho de lenguaje que hace intervalo, será operando sobre el continuo de lalangue, lo que ya esta allí, para que el sujeto se apropie del lenguaje, o lo que también podemos decir bajo la forma de que se pueda acceder al discurso.
La función de la inhibición detiene el fluir de todos los sonidos y sentidos que se imponen en forma masiva, sustrae de ese todo algo para introducir lo parcial.
Lacan en L’Insu, ubica a la inhibición como lo simbólicamente imaginario, cuestión que no deja a la cuerda real en el buen lugar. Si se envuelven lo imaginario y lo simbólico, no hay agujero de la cuerda real que deje calzar el nudo.

Será necesario rescribir el agujero de la cuerda real para que no se contraiga la función simbólica a lo univoco, o a la a la metonimia infinita de la palabra que no se constituye en dicho.

Y será también disponiendo de la letra que escriba ese agujero en la cuerda real, que la función del Imaginario haga consistencia y que no quede también el cuerpo, lanzado al movimiento continuo.


Trabajo publicado en ¨DDA, ADD, ADHD, como ustedes quieran¨, Editorial Grama, Buenos Aires, Argentina.


Monica Prandi. M.S.Lic.Mental Health Counselor, Psicoanalita, Miami. Directora de la revista Letra Urbana…al borde del olvido.

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