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10 DE OCTUBRE DE 2009 | SOBRE JOHANN HONEGGER

Caminar tiene sus riesgos

En épocas apocalípticas como la nuestra, de elecciones y de pandemias, es bueno mantener la memoria activa; pues solo al realizar una experiencia histórica cada generación se apropia de su tiempo. En lo que compete al psicoanálisis, quisiera tomar un caso olvidado, el de Johann Honegger, ayudante de Jung.

Por Marcelo Alejandro Alonso
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“lo más importante es el problema de aquellos que siguen o no siguen
su propio camino, de aquellos que emprenden el viaje o no.”

Andrei Tarkovski

El intercambio epistolar muestra como quedará enredado en la difícil relación del discípulo y el padre del psicoanálisis. Convertido en alumno aventajado, Johann Honegger participa de las investigaciones y de los sueños de Jung, y de las expresiones de elogio y simpatía de Freud, en desmedro de los inicios del mismo. El 6 de abril de 1910, Jung confiesa “He dejado partir a Honegger, con harto dolor de mi corazón, a su sanatorio de Terrier y puedo comprobar que mi libido se revuelve inquieta para buscar un objeto adecuado…”.

El 2 de junio, sin aprecio, critica el modo de trabajo y la falta de disciplina: “Le he escrito, de modo dilatorio, que en mi opinión podría realmente escribir allí su tesis, por su propia cuenta.” El 9 de junio, con vivo interés, Freud responde: “Encuentro que es usted tajante con la exigencia de que sus condiciones de trabajo han de ser tan independientes de la libido como las de usted; por su origen pertenece a una generación posterior, ha tenido aún poco del amor y en general es blando. No sería en absoluto de desear que fuese una copia suya. Puede usted tomarlo tal como es [...] ¿Por qué no quiere usted por tanto utilizarlo tal como es e instruirlo sobre la base de su propio modo de ser, en vez de moldearlo según un ideal que le es ajeno?”
En 1911, Honegger responde a la demanda ofreciendo su cuerpo en holocausto: se suicida aplicándose una inyección de morfina. El 2 de abril, cuando Jung acuse recibo, Freud dirá: “Me llama la atención que, en realidad, consumimos muchas personas...”. Esta terrible metáfora habla del ansia del maestro de tener seguidores; si domina esta aspiración queda permitida solo una vía, un discurso único. Frente al desamor Honegger se entrega a la muerte —a diferencia de Freud, quien del rechazo onírico de Irma a tomar su solución encuentra La interpretación de los sueños—. El silenciamiento que, pasa a encarnar, manifiesta el retroceso frente al deseo de obtener la diferencia, no da lugar a lo que podría ser propio.

Valiéndonos de la libertad que nos concede la palabra china Tao [“camino” y “habla”], podríamos decir que caminar tiene sus riesgos. Freud aprendió eso en la asociación médica de Viena, Lacan en la sociedad psicoanalítica de París. Sin tal salto, Freud hubiera sido el traductor de Charcot y Lacan un destacado profesor dentro de la ortodoxia posfreudiana.
El acto de ponerse en marcha excede al camino y al caminante, se produce en el tropiezo. El camino no es la ruta trazada, es el ritmo que marca el andar. Caminar es pasar, la vida puede ser el camino recorrido. Que persistan las huellas es un dato anecdótico; algunos dejaron un camino tras de sí por el que otros transitan —a quienes les corresponde encontrar su paso—. Fundar un campo es un acto excepcional, pocos lo han hecho; que un campo se abra permite que surjan diversos senderos. Permitir que otro haga un camino implica una renuncia, al narcisismo y a la voluntad de dominio, en este acto se funda el psicoanálisis. El analista, que debe borrarse para dar paso al deseo, solo puede acompañar a cada uno hasta la puerta de su acto.
Chuang Tzu, discípulo de Lao Tse, dice que si un hombre cruza un río y un bote vacío lo choca, no se enojará demasiado, pero si ve en el bote a otro hombre le gritará que se aparte, y si no es escuchado volverá a gritar y empezará a maldecir. Ponerse a caminar hace presente el escollo. Lo real, eso que está ahí cuando salgo a caminar, siempre obliga a suponer, provocando que se precipite un sentido; si otorgarle un querer al bote es hundirse con él, quedarse guerreando con el agente que lo maneja sería perderse. Si en vez de convertir en mío el camino me apropio del impedimento me obstaculizo (me hago obstáculo), con lo que el río no fluye. Hacerme al camino es deshacerme del estorbo. Honegger no pudo con esto, se quedó empantanado.
La importancia de historiar el movimiento psicoanalítico radica en advertir las formas en que el revés del psicoanálisis: el discurso del amo, se entromete en la formación analítica. Pero, además, historiar desordena los tiempos, revuelve el fin y renueva el inicio, invitando a un retorno que tiene que ser en cada caso único: encontrar eso que a cada uno le concierne, su páthos. Se trata de un nostos, un regreso al hogar, que puede resultar una verdadera odisea.

En diversas ocasiones me encontré relatando algo que había pasado (en una charla, en un comentario) con la evidencia de estar desfasado… Lo dado no volvía a producirse, se perdía en lo dicho, resultaba irrepetible. Era como intentar reírse del comentario de un chiste que había perdido toda gracia. No se puede recrear a voluntad ese efecto, el instante no siempre se dona. En el dicho se pierde: la inflexión de la voz, el clima creado, el contacto... Otro tanto pasa con los libros, excepto que de repente se tornen luminosos. Los escritos no valen más que las palabras que contienen; términos, que transportan conceptos; ideas, que persiguen lo indecible.
Si se produce una transmisión, se articula un instante “alquímico” que trasmuta un dicho en un decir, dando vida a la letra. En la formación de los analistas se trata de que cada uno encuentre un estilo de transmitir lo que no puede comunicar. Lo naciente tiene que abrirse paso; las palabras de otro deben caer, desgranarse, para que advenga un decir.
El camino de Freud evoca el desvelo por transmitir su invención. El retorno de Lacan, impensadamente, va a parar a este punto, será el lector de Freud. En su retorno no lo explica: lo reubica, ahí donde estaba desde el inicio.


Marcelo Alejandro Alonso. Psicoanalista. Ex miembro de la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino, donde integró la Comisión Directiva, la Coordinación General y la Coordinación de Enseñanza. Premio del Fondo Nacional de las Artes, en el género ensayo, del Régimen de Fomento a la Producción Literaria Nacional (2007).

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