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18 DE AGOSTO DE 2009 | SOBRE EL ESQUEMA I

Estructura minimalista de la psicosis

Es evidente que el esquema I es divisible en dos partes: de un lado, la imagen, y del otro la palabra. En el sector imaginario del esquema, la forclusión del falo está "rodeada" por el goce transexualista, la imagen y el futuro de la criatura; en el otro sector, la hipérbole rodea la forclusión del padre y sus términos son el olvido del creador, las criaturas de la palabra y "donde se mantiene lo creado".

Por Carlos Faig
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En el esquema I en el vértice I (del ideal del yo) encontramos "palabra" directamente escrito. El esquema I presenta un funcionamiento homólogo al esquema L. En este modelo hallamos una relación continua (a/a') y otra discontinua (S/A); en el esquema I hallamos m/M continuos e i/I discontinuos. El trayecto resulta complicado por la doble asíntota –visualmente– pero, en última instancia, describe el mismo recorrido y la misma operación:

















De este modo, lo que en el esquema L es la relación especular en I es la criatura real ("todo el espesor de la criatura real se interpone").

Si retrocedemos un poco y nos dirigimos ahora al Seminario III observamos que Lacan sitúa allí un más allá interior que anticipa aquellos términos. Leemos: "Que la palabra se exprese en lo real quiere decir que se expresa en la marioneta. El Otro del que se trata en esta situación no está más allá del partenaire, está más allá del sujeto mismo –es la estructura de la alusión que se indica a sí misma en un más allá de lo que dice–". (Cf. Les psychoses, Seuil, París, 1981, p. 63. Hemos citado el párrafo ligeramente modificado ya que consideramos que contiene un error de transcripción. En francés la última parte del párrafo dice: “(...) il est au-delà du sujet lui-même –c’est la structure de la allusion (sic), elle s’indique elle-même dans un au-delà de ce qu’elle dit.” ) El Otro resulta así perforado. El vértice simbólico sufre una voladura que va a llevar al esquema de Schreber que comentamos anteriormente. El análisis que sigue en el texto de Lacan despliega la alucinación famosa de “¡Marrana!” ubicándola sobre el esquema L: “La persona que nos habla, y que ha hablado, en tanto que delirante, a’, recibe sin ninguna duda en alguna parte su propio mensaje bajo una forma invertida, desde el otro con minúscula, y lo que ella dice concierne al más allá que ella es en sí misma en tanto que sujeto, y del que por definición, simplemente porque es un sujeto humano, no puede hablar más que por alusión” (cf. ibid., pp. 63-64.). En un párrafo aun más claro, respecto de lo que deseamos ilustrar, el seminario agrega: “Habíamos ya podido entrever allí una estructura muy próxima del esquema de las relaciones del sujeto que habla concretamente, que sostiene el discurso, y el sujeto inconsciente, que está allí, literalmente, en ese discurso alucinatorio. Está allí, apuntado, no se puede decir en un más allá, puesto que justamente el otro (sic) falta en el delirio, sino en un más allá, una especie de más allá interior” (cf. ibid., p. 139). En nuestra opinión se desliza aquí un nuevo error de transcripción. La distinción del otro, con mayúscula o minúscula, es siempre enojosa, pero en este caso inevitable hacerla. El otro que falta en el delirio no podría ser el otro (con minúscula) puesto que sabemos que la alucinación se desencadena en él; y si hay que aclarar que “no se puede decir –que sea apuntado– en un más allá” es porque se trata del Otro con mayúscula). Esto, dicho sin muchas vueltas, describe un doble agujero. Después de este razonamiento revelador, suerte de clave del método que se ha seguido y se seguirá, Lacan anuncia su proyecto, que terminará por cumplirse en De una cuestión preliminar: "Proseguir esta demostración no sería imposible. Pero sería introducir demasiado rápidamente quizá, si queremos proceder con todo rigor, esquemas que podrían aparecer como preconcebidos por relación a lo dado” (cf. ibid).
. En este párrafo se anuncia el esquema I; el proyecto teórico del seminario III y De una cuestión preliminar tienen, pues, una ilación tácita y forman parte de una sola investigación. El más allá interior, como es obvio, remite a la alucinación –el sujeto hablando fuera, el Otro hablando dentro–; remite también al fenómeno de automatismo mental, por la misma razón, y a la estructura de la alusión –se alude a un sujeto que está más allá y no puede ser referido directamente–.
Veamos las cosas más de cerca en lo que respecta al esquema I. Si sustituimos S y A sobre i/I, la doble asíntota (a nivel conceptual) produce el efecto de un sujeto que sólo puede alcanzarse en el Otro y de un Otro que se infinitiza para soportar al sujeto. De ahí que esto se ejemplifique recurriendo a los lados impropios del cuadrado y por eso Lacan introduce luego el plano proyectivo. De hecho ocurre que no hay más que una asíntota si juntamos los lados del cuadrado en el espacio del plano proyectivo. Así el vértice imaginario también sufre una (y la misma) voladura. La referencia topológica subraya básicamente una cuestión que se aprehendió primero en un plano conceptual (el sujeto está más allá, hay un más allá interior). Su valor consiste en describir ciertos fenómenos de la psicosis (automatismo, alusión, alucinación, etc.)¬ Allí está todo, el esquema I independiza los términos del esquema L. Al perforarlos, los deja sueltos.
Si tomamos de forma disyuntiva los términos del esquema L, y separamos el velo de su más allá, obtenemos en buena medida la estructura de la psicosis. El fenómeno delirante puede ilustrarse muy bien mediante un más allá independiente del velo que lo produce (que debería producirlo). Una nada flotante, sin causa; es decir, algo bien loco. En lugar de encontrar el espacio escindido por el velo (el valor fálico y libidinal) encontramos así una escisión:

velo/sin más allá (lalengua)

más allá/sin velo (pulsión)


La comunidad topológica entre la cadena significante y el sexo, o entre lengua y pulsión, no existe en la psicosis. Esto abre el ex nihilo, la forclusión paterna, y explica por qué razón los contenidos edípicos se hallan en la superficie, en el discurso del psicótico, sin comportar alcance, carentes de eficacia. Se encuentran deslibidinizados. El equívoco, el juego de palabras en general, la técnica del significante, no tienen alcance en el tratamiento de pacientes psicóticos en tanto el lenguaje carece de relación con el cuerpo, o con la sexualidad. Falta allí, también y sobre todo, el equívoco que hace a los cuerpos, el carácter antrópico (para retomar el neologismo de Lacan) del fantasma, la comunidad de catexias.
Digámoslo de otro modo, el valor de velo del lenguaje se encuentra separado de la libidinización que produjo. Los dos agujeros que plantea Lacan en su esquema de la estructura del sujeto al final del proceso psicótico pueden retomarse con esta indicación. Esto permite simplificar diversos desarrollos y, según todo parece indicarlo, constituye un avance. La forclusión del Nombre del padre y del Falo se identificarían así al velo y su más allá. Por lo demás, tanto la relación del padre con el lenguaje como la del Falo con el erotismo son inmediatas. El Nombre del padre, en tanto la prohibición del incesto origina el sistema de nominación, se ubica en el fundamento de la lengua –un sistema de coherencia posicional, como decía Lacan–. Por su parte, la vinculación del Falo con el espejo, la ecuación niño=falo, la danza de faltas del deseo en el Edipo, etc., no exigen mayores comentarios.


Carlos Faig. Psicólogo (UBA) y psicoanalista. Publicaciones: La transferencia supuesta de Lacan, ed. Xavier Boveda, Bs. As., l985; La clínica psicoanalítica, Xavier Boveda, 1986; Lecturas clínicas, Xavier Bóveda, 1989; Refutaciones en psicoanálisis, Alfasì, 1991; Nuevas refutaciones..., Alfasì, 1991; La escritura del fantasma, Alfasì, 1990; El saber supuesto, Alfasí, 1989. Ex profesor UBA (adjunto en Psicología comprensiva y titular en Fundamentos de la práctica analítica).

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