La danza del tango, es un encuentro con uno mismo, que nos permite colocarnos de pie, mantener nuestro propio equilibrio, nuestro eje, para poder ir al encuentro del otro.
Vemos al tango como a un fenómeno, mucho más amplio que un simple divertimento en el que movemos el cuerpo... sino que hablamos, de una práctica que nos ayuda a sortear la pérdida de aquella primera relación primordial con nuestra madre y/o las pérdidas concientes o inconscientes de nuestros sueños románticos, nuestras ilusiones de libertad, de poder y de seguridad.
Nuestras pérdidas al ser universales, universalizan al tango como un modo de superarlas.
Sostenemos , con ella, que todas nuestras experiencias de pérdida, traen a la memoria aquella original, la relación primordial madre e hijo.
Nuestra búsqueda de esta relación, de la restauración de la identidad madre-hijo puede ser un signo de desequilibrio o de salud, puede significar un tímido alejamiento del mundo o un deseo de expresión en él, puede ser deliberado o inconsciente.
Mediante el sexo, la religión, la naturaleza, el arte, donde ubicamos obviamente a la danza del tango, intentamos borrar las fronteras que nos separan, intentamos escapar de la prisión de nuestra condición de seres individualizados.
Se sostiene que el tango es la danza de la sexualidad, por eso, inclusive, fue prohibida y censurada. Sabemos que la fusión que trae consigo la unión sexual, nos lleva de vuelta a la identidad de nuestra infancia.
En nuestro afán por teorizar la práctica de la danza del Tango, se le hizo necesario remitirse a expertos como Winnicott para poder sostener la posición de que ese espacio potencial que existió entre el bebé y su mamá, entre el niño y la familia, entre el individuo y la sociedad o el mundo, depende de la experiencia primera que nos enseño a confiar o no.
La búsqueda de aquella mirada materna, del abrazo, del contacto, de esa respuesta
del niño expulsado del paraíso, son los que llevan al adulto a encontrar ese placer ilimitado
en el encuentro dancístico con el otro que responde a su mirada, lo abraza y juntos
recuperan ese lugar de pleno disfrute.
Todos los hombres del mundo, no importa su nacionalidad, color o religión llevan
consigo la marca de aquella primera relación con el mundo y con ellos mismos a través
de la madre universal.
Afirmamos como el famoso tango de Alfredo Le Pera, VOLVER, que:
"Siempre se vuelve al primer amor"
("El tango y el mundo Psi", M. Peri)
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Psicotango