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6 DE FEBRERO DE 2009 | INCESANTE COMPAÑÍA

El Objeto de la música

La música. Impulso vital, arte desmaterializado que se lanza al humano en un torrente de sonidos con ritmo, silencios y acordes; ha tenido diversos objetos ¡Siempre los mismos! Siempre se trata del deseo, del amor, la sexualidad y la muerte.

Por Camilo Ramírez Garza
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Al ser un arte, la música tiene la potestad de recoger la expresión de los efectos de los dramas que en algunos momentos han arrebatado el sueño a la humanidad haciéndola salir de su letargo, hiriéndola de muerte por el amor.

La música no solo se escucha con los oídos, sino con todo el cuerpo, tal como lo ha dicho Frederich Nietzsche, la música se escucha con los músculos. Crea una atmósfera hace surgir el cuerpo y constituye un grupo.

Todavía tengo fresco el recuerdo, siendo un niño de seis años mis padres me inscribieron en clases de música. La maestra, una extranjera, de origen Suizo con algunos problemas para conjugar bien los verbos. Lo cual imprimía más encanto y misterio a la clase: el escucharla no explicarse bien en castellano, embrollarse y enredarse con el idioma. Pero las cosas cambiaban cuando tocaba el piano, entonces se veía radiante, hermosa, imponente, comunicando algo con toda intensidad, entonces el idioma no era problema. Sus manos largas y huesudas golpeando con firmeza las teclas del piano, mientras con el torso bien derecho, balanceaba su cabeza enmarcada con una gran sonrisa y sin perder ningún detalle de la pieza. Al entrar a la sala donde la maestra Ursula se encontraba, todo era una atmósfera compuesta por aromas y sonidos llenando el espacio, que uno sentía que lo abrazaba. Las fragancias estaban compuestas de una mezcla de brea con la cual las alumnas –entre ellas mi hermana- fregaban las cuerdas del arco del violín, así como los múltiples sonidos de las diferentes flautas y guitarras, al ritmo de la voz de un, dos, tres, cuatro…

Hace poco una madre de familia de me decía que estaba molesta y preocupada por la costumbre de su hijo de llevar siempre su Ipod a todas partes: “Ya no platica con nosotros. Solo anda con nosotros, pero no platica con nosotros como antes. Ahora todo es la música

A lo que le pregunté: ¿A qué creía que se debía que su hijo oyera tanto música?... A partir de tal interrogante me planteé algunas ideas.

La música, al igual que la ropa y el grupo de amigos constituye el soporte de la identidad de un joven, pero también de un niño y un adulto, pues el cuerpo humano tiene la característica de siempre estar en construcción, en cambio, no termina nunca de ser, pues ¡Somos siendo! Como lo plantea Jacques Lacan en el Estadio del Espejo el sujeto (el Yo) se produce en un proceso de identificación, cuando asume una imagen. Imagen que está afuera de sí, es especular, viene del otro.

Mientras que para el humano la ropa constituye una zona erógena, pues es un objeto que como la pulsión está en el terreno límite entre lo somático y lo psíquico. Pues la ropa no solo viste al cuerpo sino también lo constituye, no solo es la ropa para el cuerpo sino un cuerpo para la ropa. Del dicho “El habito no hace al monje” Lacan lo trastocará diciendo: “El habito ama al monje”

La música –junto a la ropa y al grupo de amigos- crea eso sintomático que le da consistencia al cuerpo, es decir, atmósfera, una presencia constante. Como esa voz de la madre que una vez que aparece se hace presente y constante, al grado de exclamar en algunas ocasiones “Casi oigo a mi madre decirme: te dije que….”, no solo en lo que dice, sino en el tono, el timbre y tesitura.

Esa voz será constitutiva de la ficción del mundo interno, de los pensamientos. Su etimología proviene del latín tessere que significa “tejer” .El italiano lo tomó del latín textura derivado de “téxere” . La voz crea un tejido de sonidos y significados en los cuales surge y transita el sujeto, surgiendo lo simbólico que nos constituye como humanos. De ahí que Lacan plantee que: “El hombre no piensa con su alma, como lo imagina el Filósofo. Piensa porque una estructura, la del lenguaje – la palabra lo implica – porque una estructura recorta su cuerpo y nada tiene que ver con la anatomía. Testigo la histérica.” –planea Jacques Lacan

La música es el vínculo con la divinidad, así como con la madre. Por eso se decía que los cantos de las sirenas encantaban a los hombres en alta mar… ¡La voz femenina suscitando el deseo! ¡Encantando! Tal como para la cristiandad la mujer confabulaba con el diablo, suscitando el deseo en los hombres. Podríamos hipotetizar en ese sentido ¿No será que en la llamada violencia familiar hay algo de “eso” que encantaterra del deseo femenino, que se pretende “hacer callar” mediante golpes e insultos, eso que provoca, que hace desear, que problematiza la existencia?... ¡¿Qué desea una mujer?!

De ahí la referencia equivalente por homofonía entre “madre” (la mere) y “mar” (la mer) en lengua francesa. Así como la merd (la mierda) objeto pulsional que se desprenderá al igual que el pecho. Ambos objetos parciales de la pulsión, destinados a perderse.

“Decía siempre la mar. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer. Algunos de los pescadores más jóvenes, los que usaban boyas y flotadores para sus sedales y tenían botes de motor comprados cuando los hígados de tiburón cotizaban altos, empleaban el artículo masculino, le llamaban el mar. Hablaban del mar como de un contendiente o de un lugar, o aún un enemigo. Pero el viejo lo concebía siempre como perteneciente al género femenino y como algo que concedía o negaba grandes favores, y si hacía cosas perversas y terribles era porque no podía remediarlo. La luna -pensaba-le afectaba lo mismo que a una mujer.”

Por ello debió levantarse una estructura como el faro, representante del falo, en relación con la ley (compuesto a base de códigos, como la clave Morse, lo simbólico) algo visual que orientara el rumbo de las embarcaciones y las hiciera llegar a buen puerto, algo que se interpusiera entre el deseo de las ciernas, ¡fundirse en la inmensidad del mar!, y el hombre en tierra firme.

Además de contar cuentos en la noche para aplacar a los hijos, la madre canta hermosas canciones de cuna, en un intento porque su voz permanezca y reintroduzca la paz y el amor en la atmósfera que cobijará a su hijo. Tal como ha planteado el psicoanálisis: el deseo, el amor y la pulsión se introducen por vía de la palabra: esa palabra que es amor y que es dirigida por la madre, el gran otro, a su hijo/a. De ahí que Slavoj Zizek juega con la expresión M(Other).

Por ello no es extraño que en la tradición judeo-cristiana se plantee que Dios es un verbo que se encarna y que además es amor: siendo una palabra que se da al otro. Podríamos decir una palabra amorosa. El amor implica eso: ser una palabra que se regala al otro en calidad de don, de ofrenda amorosa. Cosa diferente sucede en la palabra que suscita siempre la duda: eso que es dicho siempre es puesto en duda, siempre es una trampa: “¿Eso que me dices en verdad me lo dices para engañarme, traicionarme o más bien para…?” Siendo el estilo de escuchar del delirante: posee certeza de lo que el otro le dice: “¡Me odia, me quiere atacar, me persigue!”

Por otro lado, pensemos en la música ambiental, esa música sin mucho chiste que tiene el objetivo de llenar el espacio y tiempo creando una cortina de ruido blanco en un restaurante, centro comercial, sala de espera de algún consultorio médico. Su objetivo es mantener condiciones ideológicas mínimas e impedir que los sonidos incómodos aparezcan, desaparecer (reprimir-desalojar) los ruidos reales del cuerpo y de las máquinas ¡del mundo! Para sustituirlos por música ambiental.

Similar movimiento de la Verdrängung propuesta por Freud como mecanismo base del funcionamiento psíquico, y que se traduce al castellano como represión. En lengua alemana, Verdrängun, posee ambas acepciones: desalojo y sustitución. En este caso se desalojan los sonidos reales para ser sustituidos por simples jingles o por música instrumental.


En el caso de la música como el Rock and Roll su consagración, tal como lo expresa Gruen, es el concierto, momento casi de arrebatos místicos en donde las divinidades del rock osan acercarse a sus súbditos-fans. Del cual no se puede prescindir, pues es ese momento y espacio donde pareciera que queda suspendido un cierto orden (leyes, problemas, desencantos) Podríamos decir, psicoanaliticamente, que en el concierto de rock se mantiene la ficción momentánea de que la castración y sus efectos desaparecen, manifestándose –sin bordes ni restricciones- una muestra del goce.

En ese sentido el concierto de rock representa una metáfora viviente del cruce entre la vida y la muerte siendo un punto en donde se encuentran un exceso de goce y que desaparece cuando lo cortan y limitan las palabras, eso que Lacan nombró como plus-de-goce: exceso de música, gritos, fans, alcohol, drogas, etc. en una explosión. Pues no hay concierto sin amontonamiento de los fans. Al ver la luz transitando por las cabezas de los fans, éstos han perdido su individualidad, solo son partes de la masa, se han fundido, se han hecho uno, siendo una sola voz que corea las canciones, así como un solo cuerpo. Como cuando en los eventos deportivos, como las olimpiadas una gran masa levanta diversos cartones de colores, haciendo aparecer una sola imagen, un solo cuerpo.

Por ello es imposible no oír música sin no asumir una cierta postura con movimiento-¡nadie se mantiene ajeno ante la música!- que siga el ritmo con la cabeza, con los pies…tocar los instrumentos al aire: pasar de la batería a la guitarra al micrófono. ¡Siendo unos con los músicos! ¡Gozar como ellos! Tal cual se puede hacer en el karaoke, así como en los recientes juegos musicales como guitar hero.

En una ocasión Bruce Dickinson, vocalista de la banda británica Iron Maiden, decía que su reto y pasión en cada concierto era la de estar al frente de la banda, cantarle a todos, desde el más cercano hasta el más alejado, hasta tener la sensación de poder empequeñecer el lugar donde se congregaron miles al tamaño del pulgar de su mano.

Tal como lo expresa Freud en Psicología de las masas y análisis del Yo el sujeto en la masa cede el lugar de su ideal del yo para que sea ocupado por el líder. Ese otro que soy yo. De ahí las fantasías perversas que se suponen en los Rocks Stars: “Solo ellos gozan plenamente, poseen el dinero que quieren, la fama, las mansiones, los autos, el alcohol, las mujeres…su vida es un goce perpetuo…” casi encarnando excesivamente el padre primordial que solo él podía gozar, mismo que Freud hipotetiza al inicio en la horda primordial en Totem y Tabu (1912-1913)

Ese goce supuesto al Rocks Star desde la posición neurótica es el mismo que se supone a la divinidad –Dios es pleno, lo puede todo, etc.- por eso no es extraño que se rinda culto como si fueran dioses, siendo la música el vínculo, la comunión con dichos dioses. Por ejemplo en algunos conciertos de los Beatles, los fans llevaban enfermos para que ellos los tocaran o al menos posaran su sombra y así ellos podrían sanar.

La idea del goce absoluto si bien soporta toda noción de divinidad (la plenitud, el equilibrio, el saber, etc.) para el humano es por demás absurdo –gozar plenamente todo el tiempo- no por nada hace relativamente poco tiempo surgió en México un grupo parodia del Hevy Metal de los años ochentas: Moderato. Haciendo mofa de la ropa, el maquillaje, los autos, las fans etc. Justamente en tiempos en donde los héroes del rock retornan –hay que decirlo- algunos ya con sus últimos ímpetus, haciendo giras que nunca hicieron…Viviendo tiempos del recuerdo y de reencuentros.

También se presenta un cambio en los conciertos. Principalmente en cómo se está en un concierto, como se vive un concierto: al salir finalmente los músicos al escenario, viendo terminada la espera desde la promoción y la compra de los boletos, los asistentes desenfundan sus cámaras digitales para registrar el espectáculo. Mientas lo hacen algunos mantienen una vista estática en la pantalla, a pesar de tenerlos “en carne y hueso” se les observa mediáticamente a través de cualquier gadget tecnológico. Ahora el placer se organiza en ser el creador de la imagen y el video, con la cual nos lanzamos, como Edipo, al lago del ciberespacio: quedando encantados con nuestras propias imágenes, buscando respuestas a las preguntas sobre ¿quién soy? ¿En qué nos hemos convertido? ¿Qué deseo? ¿Cómo me veo?....

Mismo que posiblemente será subido a la red para ser visto una y otra vez. Haciendo del evento ya un recuerdo antes de vivirlo. Apareciendo el suceso como viejo desde el inicio, con cierta nostalgia antes de que empiece. Por eso no es nada extraño que uno de los síntomas actuales sea la desmemoria: hay una urgencia por la novedad (con los efectos benéficos que implica para los mercados, por supuesto) en ese sentido el olvido es inminentemente necesario; hay que desarraigar al sujeto de sus recuerdos antes de que estos se presenten, la estrategias subjetiva: hacerlos pasado desde el inicio cuando surgen. Como se ha dicho de las fotografías y los videos, éstos ya son tiempo pasado, pues al registrar algo, un breve instante, la foto y el video son ya testimonio del paso inminente del tiempo.

A pesar de que ahora se toman demasiadas fotos y video, de que hay más imágenes entre un suceso y otro, hay la sensación de que el tiempo transcurre más rápido a toda velocidad. El tiempo humano es esa cosa extraña que entre más se desee detener, aprovechar, etc. más se nos escurre. La propuesta tal vez sería retomar algo de la experiencia de la lentitud, a la manera en al que se degusta un buen vino. Pues saber y sabor comparten la etimología latina sapere “conocer” “saber y sabor” “Tener inteligencia” “Tener buen gusto”

Pues la música es una experiencia que se debe probar, saborear, es decir, arriesgarse a quedar tomado por ella. Tal como otra experiencia, como lo es la experiencia psicoanalítica lo muestra.


Camilo Ramírez Garza.

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