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24 DE NOVIEMBRE DE 2008 | VIOLENCIA JUVENIL

Judicialización y criminalización de la niñez y adolescencia en la “postmodernidad”

La violencia juvenil nos debe permitir evocar la violencia constitutiva de toda estructura social en los parámetros en que se miden las relaciones entre diferentes grupos sociales de acuerdo a la diversidad cultural y de clases en que se constituye toda sociedad desde el advenimiento de la modernidad y como producto de la modalidad constitutiva originaria, es decir la agresividad constitutiva del cachorro humano.

Por Lic. Abel Langer
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El tema que debemos abordar es el de esta violencia, originaria en la conformación de los sujetos y de las sociedades y como se vehiculiza esta violencia. Pero si de jóvenes se trata lo que deberemos tener en cuenta es donde y como se encuentra hoy en día esta violencia y su íntima relación con el valor de la vida para el sujeto y para sus semejantes que promueve cada sociedad en cada momento histórico y cómo este valor se transmite generacionalmente, es decir cómo tramita cada núcleo familiar y cada sociedad estos valores que deberán ir unidos a otros valores intra e inter familiares, en relación al estudio, al trabajo, a valores de justicia, de amistad, etc., es decir que nos abre la pregunta para reflexionar que sucede en la niñez y en adolescentes y jóvenes con el sistema de valores, creencias e ideales. Serán estos sistemas de valores, creencias e ideales los que deberían portar y provenir de los adultos en un entramado que se transmitirá de generación en generación.

Si esta transmisión estuviera abortada, forcluida o rota, si esta posible transmisión no encontrara donde sustentarse, es decir que se la puede intentar transmitir pero no encuentra una base en donde sustentarse, ya sea por déficits alimenticios, biológicos o desestructuración familiar o de otra u otras índoles, si no se encontraran soportes o andamiajes familiares con un fuerte arraigo, si la sociedad a atravesado épocas nefastas (como le tocó vivir a la sociedad argentina) ya de por sí podemos considerar agrietada y/o fallada la base estructural de donde poder asir la transmisión de valores, ideales, etc., estos serán elementos necesariamente factibles de encontrar en el desencadenamiento de situaciones de violencia que funcionarán al modo de las series complementarias de las que nos hablaba Freud: es decir lo constitucional, lo familiar que se recibe como donación paterna o de quienes hayan ocupado este lugar y lo adquirido identificatoriamente en los primeros años de vida
Si hay fallas o ausencias de alguno de estos conjuntos de elementos que recibe un sujeto y si esta o estas ausencias no encuentran funciones supletorias nos encontraremos con un eslabón roto que desanudará a los integrantes de una misma generación con respecto a sus ancestros y que, como consecuencia, generará esta ausencia, violencia en uno o en varios integrantes de un mismo grupo, familia o clan. Violencia generacional que al encarnarse en sus miembros intentará hablar diciendo lo que les está sucediendo y paradójicamente será esta puesta en escena un modelo, no el único pero sí llamativamente expuesto que sintonizará en demanda a ser escuchado en esta forma bizarra: grito de demanda que provendrá de la exclusión y al que recurre una generación que exige, mediando esta escena, ser escuchada, desciframiento “champollionesco” que no debemos desoír: síntoma social que no se cura con la judicialización y criminalización y que exige de nosotros una escucha atenta y solidaria
Es decir que la violencia, como síntoma sustitutivo de la reflexión y el pensamiento, que debería atemperarse por la palabra contenedora de la transmisión generacional, ocupará el lugar de lo que falta y de lo que se adolece.
A estos elementos y a la dispersión de estas circunstancias deberemos agregar la alta dosis de conflictividad social y familiar así como el no lugar para el joven desde su propio nacimiento, será un paria o para decirlo más contundentemente un “guacho” en la polisemia de esta palabra: sujeto sin padres y sujeto sin límites y sin piedad para con el otro: frase que nos asoma al lugar de la desaparición del otro, el de la desaparición del semejante como propuesta que desde los massmedia agobian con su carga de ocuparse solo por el “yo”: cultura del yoísmo que al ocuparse por el cuerpo anidará en la subjetividad en un abrazo de cuerpo perfectible en una vorágine de consumo que inundará la cabeza del joven en propuestas de goces infinitos y sin barrar: este será el umbral y el abismo al que se asomará el joven sin recursos, sin trabajo, sin propuestas de futuro: lo peor del “fumo”, el objeto inalcanzable que publicitan los massmedia, el cuerpo perfecto para llegar al triunfo, mujer u hombre luminoso y en el medio la falta de recursos materiales y simbólicos: es decir la ausencia o el vacío de propuestas identificatoriamente posibles: ahí está el riesgo del salto al vacío. Lo que se le ofrece como posibilidad estará en otro planeta para un sujeto que no ha tenido sus “necesidades básicas satisfechas” es decir familia, techo, comida, escuela. En un informe del año 1996 realizado en base a un estudio hecho en el GBA la Unesco nos “avisó” que, por carencias alimentarias, el 40% de los niños en edad escolar iban a llegar al año 2.000 con algún tipo de déficit intelectual. Con la no difusión de éste y otros datos y estudios, al no ser tenidos en cuenta, lo que se intentó hacer fue tapar el sol con las manos: éste es el sujeto “débil” del que hablan los teóricos de la postmodernidad con la diferencia que el sujeto débil al que aluden éstos es el de la constitución subjetiva de las “clases medias”
Esta “debilidad” también es construida por los medios, es el vaciamiento de las capacidades críticas y será la constitución de una subjetividad “débil” que funcione acompasadamente a lo que se tiende desde el poder de turno, dando como resultado la derrota del pensamiento.
La judicialización y criminalización de niños y jóvenes será el paso siguiente ante el que la sociedad de “gente como uno” se enfrentará y será esta sociedad, sus medios y sus líderes mediáticos la que nos proponga el enfrentamiento, respondiendo ciegamente y con el riesgo de que la respuesta sea un acting, a tontas y a locas, tal como es demandado por los poderes médicos (de medios y de médicos “laboratorizados”). Avance de la robotización laboratorial como medio de controlar el malestar acuciante, acoplándose a discursos segregacionistas, discriminatorios ante lo diferente (ya sea el color de piel o de “rango” social) es decir primero se crea el mal, se fabrica la diferencia social para luego estigmatizarla: ergo: fabricar lo peor de cada uno de nosotros afuera de nosotros para después “ejecutar”. Externalización de nuestra intimidad mas íntima: lo malo estará puesto afuera para poder “fabricarnos” a nosotros mismos – lindos, rubios y buenos- en esta fábrica de espejos: a los otros, los “feos, malos y sucios” ni eso: a “ellos”, a esos otros, el espejo estallado desde el inicio.
Lo que nos muestra “Elefhant”, el film de Gus Van Dam es la casi ausencia absoluta de vínculos y de palabra transgeneracional que amarre a los sujetos a proyectos compartibles o compartidos, la ausencia de diálogos y de amistad: es decir la ausencia de pensamiento cartesiano, que dé lugar a un acto fundante.
Con su propuesta y la distancia que instaura desde su versión fílmica nos posiciona a nosotros como meros espectadores de la tragedia que no solo es en la que nos ubicará la versión cinematográfica sino en espectadores de la tragedia juvenil en un mundo sin adultos, sin reflexión y sin códigos compartibles que ya no se avecina sino que está entre nosotros: el desafío es ir al rescate del pensamiento y al diálogo como posibilidad constructivista

Abel Langer. Lic. en Psicología. Ex profesor adjunto y titular en las Facultades de Psicología de la UBA, USAL y Kennedy. Supervisor y docente del Hospital Psicoasistencial "José T. Borda". Ex supervisor de los Hospitales "Moyano" y "Evita" (Lanús). Coordinador de la Comisión de Salud Mental del Espacio "Carta Abierta".

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