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28 DE JULIO DE 2008 | TRABAJO SOCIAL Y SALUD MENTAL

Descripción de la experiencia de trabajo en la Casa de Medio Camino del Poder Judicial

Últimamente se está discutiendo cuál es el rol del trabajador social en instituciones tales como casas de medio camino, hostales, etc. Nuestro aporte a esta discusión se basa en la experiencia desarrollada durante 18 años en la Casa de Medio Camino del Poder Judicial. Esta casa tiene como objetivo la reinserción social, familiar y laboral de personas que padecen de sufrimiento mental.

Por Lic. Maria Laura Etchebehere
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Tiene capacidad para albergar a 10 mujeres, las mismas son derivadas, en su mayoría, por los Hospitales públicos. Esta es una institución de puertas abiertas, que no cuenta con personal permanente, sí cuenta con guardias pasivas las 24 hs. los 365 días del año. Es por esto que el perfil de quienes ingresan a la casa debe ser evaluado, prestando especial atención a las potencialidades, capacidades y limitaciones de las futuras residentes. La Casa está coordinada por un equipo técnico conformado por una Trabajadora Social y un médico psiquiatra.

Con cada una de las futuras residentes se definirán las pautas de convivencia, derechos y obligaciones, bajo forma de contrato. Este será simbólicamente firmado entre las partes: residentes y responsables del programa. Estas pautas funcionarán cumpliendo el rol de legislación interna y el contrato estipulará así mismo, un tiempo máximo de estadía.

Es importante señalar que, para que los objetivos de la Casa sean posibles de alcanzar, es necesario que existan políticas de salud que acompañen este proceso. Si no contamos con una apropiada red de opciones que den respuesta a las diferentes necesidades de la población con enfermedades mentales, muchos de los esfuerzos de integración pueden verse seriamente limitados y obstaculizados. Es por esto que no pretendemos proponer la Casa de Medio Camino como la única instancia posible, sino que afirmamos la necesidad de promover múltiples y diferentes estrategias de abordaje.

En el año 1986, cuando la Casa de Medio Camino fue creada, en el área de Salud Mental fue una organización de avanzada, pero no se ha desarrollado como debiera haberlo hecho; el no contar con un contexto favorable y no buscar referentes posibles donde compararse, son elementos a tener en cuenta en lo que respecta a su escaso crecimiento, y las dificultades a las que se enfrenta para el cumplimiento de su misión

A dieciocho años de iniciada la experiencia, ingresaron a la Casa 114 mujeres con padecimiento mental, de las cuales el 65% se reintegró con éxito a la sociedad, mientras que el 35% restante no lo logró por recaídas del cuadro psiquiátrico de base, por no poder adaptarse a las condiciones y exigencias sociales o por no haber logrado recrear su red familiar, laboral y social.

La Casa de Medio Camino y la red social
Es sabido que la internación constituye un recurso terapéutico, pero debe ser utilizado cuando es indispensable y por el menor tiempo posible.
Cuando la persona que padece enfermedad mental debe ser hospitalizada se produce su salida de la trama social, la persona pierde sus referentes, sus vínculos, sus roles. La trama social con el correr del tiempo se cierra cada vez más, produciendo serias dificultades para su reinserción. Son múltiples los factores que influyen: la estigmatización, discriminación, la angustia, etc.
Nuestro trabajo se basa entonces, en acompañar a cada residente a encontrar un “nuevo espacio” en la sociedad, porque el anterior cambió: se trata de encontrar un nuevo lugar/rol en las relaciones sociales, que fueron interrumpidas y/o se modificaron durante el período de internación.

Este nuevo lugar/rol puede remitir a la significación otorgada a antiguos vínculos, propiciando relaciones lo más simétricas posibles o bien puede hacer referencia a la necesidad de crear nuevos vínculos sociales porque los anteriores se han perdido o porque no resultan positivos en el proceso de reinserción social. Para esto se trabaja en la recreación y fortalecimiento de las redes vinculares y sociales de sostén y en el desarrollo de las capacidades y potencialidades de las residentes a fin de potencializar la autonomía de cada una. Al referirnos a la recreación de redes vinculares y sociales se habla de un contexto que permita crear redes con significaciones diferentes a las que existían antes de producirse la crisis y que no sean constitutivas de la misma, por tal motivo se habla de recrear y no de reconstituir que implicaría volver a un estado originario.
Los procesos de autonomía son un fuerte propósito de la intervención profesional, “todo proyecto de autonomía conlleva de forma simultánea el intento de conquistar la libertad y la igualdad. En cuanto a dignificaciones sociales y en su concreción, no puede haber libertad sin igualdad ni viceversa. Tampoco puede existir un límite externo al proyecto de autonomía, aunque la mayoría de las sociedades humanas tiendan a ocultarse a sí mismas que son las creadoras de sus límites”.

¿Cómo recuperar la autonomía?
No debemos olvidar que las residentes pasan de una institución custodial, rígida, muchas de las veces de puertas cerradas, a una institución de régimen abierto, flexible, personalizado, democrático.
El sistema de la Casa se basa en la autogestión y autogobierno de la misma y en las tareas y actividades de la vida cotidiana, fomentando a su vez el correcto uso del tiempo libre y sobre todo impulsando el vínculo interpersonal. Con cada residente se diseña un proyecto único, particular y consensuado de trabajo.
Simultáneamente se trabaja en reuniones grupales, donde es importante el trabajo de reflexión. Es necesario trabajar con cuestiones básicas como la higiene personal, la vestimenta, el recupero de la habilidad en los traslados (uso de los medios de transporte), las tareas domésticas, la alimentación, el manejo del dinero, la administración del tiempo (cumplimientos de horarios pautados, uso del tiempo libre), En algunos casos, se trata de recuperar habilidades perdidas, en otros, se trata de educar y fomentar la incorporación de nuevos hábitos. Este trabajo conlleva un aumento de la autonomía perdida y por ende, mejora la calidad de vida de las personas.

Otro beneficio añadido es que habitualmente las demandas de quienes acompañan a las residentes suelen referirse a la ausencia de colaboración en las tareas de la vivienda, falta de aseo personal, etc.; y si es posible mejorar este funcionamiento se beneficia la convivencia familiar, la imagen que tienen de sí mismas, y a la vez, se crea un soporte más estable y con proyección hacia el futuro.
Si bien este es un trabajo que respeta las individualidades, es fundamental el aporte que
el grupo de convivencia realiza al proceso. Es en este proceso grupal donde la solidaridad como valor posibilita la creación de contención y seguridad que facilita a las residentes el desarrollo de cambios positivos. En los espacios grupales se reflexiona en torno a las problemáticas compartidas (desempleo, marginación, estigmatización, conflictivas familiares, etc.) posibilitando una relación entre las singularidades de cada sujeto con las relaciones estructurales que atraviesan la vida cotidiana. En esta reflexión aparecen alternativas de resolución a dichas problemáticas a través del intercambio creativo de experiencias. En este espacio grupal, no sólo participan las residentes de la Casa, sino que se trata de un espacio abierto, del que participan ex residentes, futuras ingresantes, familiares, amigos, otros profesionales, etc. Este espacio funciona también como grupo de autoayuda, de aprendizaje, de contención, de descubrimiento, para todos los miembros del grupo. Para que esta construcción común sea posible, es necesario que el profesional “se corra” de la posición de “poder-saber” tradicional. El ejercicio profesional es un punto de encuentro con el otro, donde se supone que uno sabe algo que el otro en ese momento no sabe, no conoce, este saber implica una relación desigual de poder en ese encuentro. Ahora bien, ese poder puede ser utilizado en diferentes direcciones y de diferentes maneras. Consideramos que en las Casas de Medio Camino (u otras instituciones con objetivos semejantes y por qué no extenderlo a cualquier tipo de intervención profesional) esta relación de poder , en principio asimétrica, tiene que plantearse como algo compartido en función de alcanzar objetivos consensuados y de esta forma el poder se relativiza,. Ese saber es un instrumento que permite al profesional junto con el otro, construir alternativas para modificar situaciones. Cuando ese encuentro se produce, ambos marcos referenciales se modifican, aparece una nueva propuesta a partir de aquello en lo que ambos coinciden para construir un objetivo común. Entonces, cada integrante de la Casa se convierte en recurso y partícipe en el proceso de reinserción social.

Conclusión
Las representaciones construidas socialmente en torno a la “locura” actúan hoy como obstaculizadoras de la reinserción, en tanto tienden a la estigmatización, la discriminación y la exclusión. Desde la Casa de Medio Camino, teniendo claro, lo anteriormente dicho, entendemos que es sumamente dificultoso cumplir con los objetivos institucionales, pero no imposible. El 65% de las residentes que han egresado exitosamente, no son sólo un número, son personas con nombre y apellido, con sus historias, que con sus logros refuerzan nuestra convicción acerca de que existe una mirada diferente en el trabajo dentro del ámbito de la salud mental.

Autores:
Lic. Maria Laura Etchebehere, Trabajadora Social
Lic. Cecilia Paula Manfredi, Trabajadora Social
Lic. Cristina Oertlin, Trabajadora Social de la Casa de Medio Camino del Poder Judicial de la Nación.

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