Cuando habría que preguntarse: ¿Cómo es que dichos discursos tuvieron tanto “eco” en las masas, miles de seguidores, incluso hasta nuestros días? ¿A qué se enfocaron sus propuestas? ¿Al progreso político y económico? ¿La limpieza étnica? ¿El surgimiento del Estado Moderno? ¿Responder, ser un referente, un amo en quien confiar, a quien seguir?
Hoy vivimos impregnados de discursos políticamente correctos validados por una tecno-mercado-ciencia (protección de las desvalidas mujeres y niños, los derechos humanos, la prevención de la violencia, la protección de las victimas, que siempre son inocentes, y si padecen de alguna enfermedad, con mayor razón. Padres llenos de temor y resentimiento hacia sus propios padres autoritarios- “Padres y jóvenes se quedan…privados de timonel, después de haberlo tirado por la borda, de común acuerdo, luego de un reciente motín…Pero ¿dónde están los padres de antes?” Verhaeghe, P. El amor en los tiempos de la soledad, Paidós, 2005)
Los padres se lanzan a la tarea de –bajo ninguna circunstancia- no ser como fueron sus padres (“Yo si les voy a dejar…” “Nunca les regañaré ni pegaré con el cinto. En vez de eso, les hablaré, les explicaré por qué está mal lo que hacen, para que lo entiendan y no sufran lo que yo sufrí”) Creyendo instaurar un ambiente “perfecto” libre y democrático en donde nadie va a ser obligado a hacer nada, sino –y he ahí el absurdo- enseñado a entender, racional y afectivamente el sentido de lo que se hace y dice, comprendiendo el sentido de las reglas, la ley, etc. Instaurando tales lógicas, los padres se someten a las reglas que todos deben seguir, con lo cual empeñan su autoridad y abaratan su palabra (su lugar de padre y madre) produciendo una familia de puros hijos, que se moverá a la deriva, angustiada y tras la búsqueda de respuestas de “verdaderos padres”. De ahí que el discurso de la ciencia, “los especialistas”, tenga tanta aceptación, bajo la ilusión de que son ellos “los científicos” quienes en realidad saben lo que está bien y lo que está mal.
¿Su efecto en los hijos? Hijos y padres-hijos cada vez más angustiados, con una habilidad enorme para negociar y evidenciar las fallas lógicas de las reglas y los castigos, pero sin posibilidad de encarar y contener (responder) con autoridad y mirada, (cosa que hacían muy bien los considerados padres autoritarios) qué significa “eso” que hace y dice el niño, dándole trámite y solución, y no con la sola y triste estrategia del mercadeo tendiente al fracaso (dinero, cosas: “Si haces…entonces te compro”) con lo cual se entra en el imposible intercambio, dar “X por Y” donde en vez de eso se recibe “Gato por liebre” ¿El mensaje? “Como no sé que hacer contigo, entonces te voy a dar, quitar…” En vez de decir clásicamente “Porque soy tu padre/madre y te callas” pero esa expresión es políticamente incorrecta no ajustada al contexto postmoderno de la democracia, de que todo es violencia, los derechos de los niños, etc.
Los hijos-padres angustiados van –sin ellos saberlo- tras la búsqueda de verdaderas figuras de autoridad (¡Alguien en quién creer!) que en realidad contengan, y gobiernen, siendo referentes ante los cuales, incluso, poderse revelar. En la escuela: “En otros tiempos, los padres eran convocados a la escuela porque los hijos habían “hecho” algo, hoy los padres son convocados porque el padre es incapaz de controlar sus manos” Abstrayéndose igualmente la escuela y los maestros como autoridad: “Ayúdelo usted, Dígale algo, regáñelo” -dicen a los padres. “Llévelo con un especialista” –psicólogo, psiquiatra, neurólogo, etc. Evidenciándose otra figura de autoridad perdida.