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22 DE OCTUBRE DE 2007 | CONSECUENCIAS PARA UN MÉTODO CLÍNICO

La imposibilidad de localización de lo inconsciente

Una de las críticas más comunes que se le realizan al psicoanálisis es la imposibilidad de localizar lo inconsciente, que a pesar de no poder localizarse no deja de causar consecuencias en el psiquismo de un sujeto, y es por eso que se elabora desde el psicoanálisis una teoría, un método y una práctica que se interesa por el sujeto y lo subjetivo, y no por un objeto que al que se pretenda localizar.

Por Jairo Gallo Acosta
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En una entrevista realizada al neurólogo colombiano Rodolfo Llinás en la revista semana el 3 de abril de 2006 le preguntan dónde ocurre la conciencia y éste contesta: “No ocurre en un lugar específico: es una propiedad distribuida.

El problema fundamental que hay que reconocer para poder entender el sistema nerviosos es realizar que no esta organizado como lo pensaba descartes. El supuso que la conciencia podría ubicarse en un punto, en el cual estaría localizado el individuo (…) la autoconciencia estaría tan distribuida como las demás funciones del cerebro” (Llinás, 2006)

Para Llinás como para la mayoría de neurólogos no se puede localizar la conciencia, la autoconciencia y tampoco el yo, que para Llinás no es un objeto sino un estado funcional, pero lo más sorprendente (ya que muchos psicólogos afirman lo contrario) es que da entender que no por no poderse localizarse no dejan de existir o no pueden dejarse de investigar, asunto que le critican al psicoanálisis y su teoría de lo inconsciente cuando no dice o explica dónde se localiza lo inconsciente, y por tal motivo es tratada de poco seria o no “científica”. La idea aquí no es tratar de justificar la “cientificidad” del psicoanálisis, sino fundamentar una teorización de un psiquismo inconsciente no localizable anatómicamente para sustentar una practica sobre él.

“La mayoría de los neurocientíficos que en la actualidad se ocupan del problema mente-cuerpo (es decir, del problema de la conciencia) respaldan la posición materialista – monista. En otras palabras, lo reconozcan o no, presumen que la vida mental es el producto de un gran conjunto de neuronas; luego se dedican a determinar cuáles procesos en ese conjunto “causa” la conciencia (…) Aún así si se prueba experimentalmente que un subconjunto de procesos neruronales está asociado de manera singular con la experiencia conciente, es posible (dentro de un marco dualista, por ejemplo) ver esta asociación como correlativa en lugar de causal” (Solms; Turnbull, 2004)

Para estos autores (neurólogos) sustentar la relación causal conciencia – neuronas, es sólo ocuparse del problema fácil como ellos lo llaman, este problema “fácil” consiste es buscar cuáles regiones o procesos del cerebro se correlacionan con la conciencia y describir como se localizan, pero el objetivo de la neurociencia debe ser otro para ellos, el del problema “difícil”, el de tratar de responder como la conciencia (con sus alegrías, tristezas, recuerdos y ambiciones) emerge de la materia “la neurociencia moderna está bien dotada para resolver el problema fácil, pero es mucho menos clara el que sea capaz de resolver el problema difícil” (Solms; Turnbull, 2004)

El problema fácil es fácil de responder - lo cual no es tan fácil de hacer y sigue teniendo interés o importancia para algunas disciplinas – pero este problema “fácil” fue la manera como se fue constituyendo una disciplina “científica” que comenzó en el siglo XIX con Jean Marie Charcot y su método clínico – anatómico. Este método a grandes rasgos trataba de correlacionar las funciones mentales a áreas específicas del cerebro por medio de la observación de los cambios clínicos que causaban los daños anatómicos. Entre autores importantes también se podrían destacar Broca y Wernicke, los cuales se podrían considerar los descubridores de las áreas del lenguaje en el cerebro.

Si la escuela francesa con Charcot a la cabeza fundamentó el método anatómico – clínico, donde su objetivo era nosológico (efecto–causa), la escuela Alemana desarrolló un localizacionismo fisiológico, donde la principal tarea era demostrar una lesión anatómica como causante del problema neurológico, en esta escuela no podía existir nada que no fuera localizada en una lesión demostrable anatómicamente. .La escuela alemanda tuvo como principales exponentes a Helmhotz, Brucke y Du Bois – Reymond, para tener una mayor claridad cuales eran los postulados de esta escuela sólo falta citar uno de sus mayores logros para la ciencia venidera del siglo XX, el famoso juramento fisicalista:

“Brücke y yo hemos hecho el solemne juramento de dar vigor a esta verdad: "No existen en el organismo otras fuerzas activas que las fuerzas físicas y químicas corrientes. En aquellos casos que, por el momento, no pueden ser explicados por estas fuerzas, se debe buscar de hallar la forma o vía específica de la acción de estas últimas, mediante el método físico-matemático, o bien suponer la existencia de nuevas fuerzas, iguales en dignidad a las fuerzas físico-químicas inherentes a la materia, y reductibles a la fuerza de atracción y repulsión” (Jones, 1976)

Hay que comentar que el creador del psicoanálisis: Sigmund Freud, fue estudiante en su juventud de Bruche en su laboratorio de fisiología y conocía los preceptos de Du Bois-Raymond y Helmholtz, así que e psicoanálisis y su teoría del inconsciente no fueron creados por desconocimiento de la teoría fisicalista o de la ciencia de esa época, fueron creadas a pesar de ella.

Freud no retrocede a los límites del positivismo extremo – para no decir ingenuo – al que tanto se han aferrado algunos psicólogos (mucho más radicales que algunos físicos, químicos, matemáticos, biólogos) aunque hay que decirlo, Freud nunca abandonó su “ideal científico” de explicar lo inconsciente desde una ciencia natural, es decir, vivió añorando aquello que sus maestros habían jurado desde su fe científica, pero cada vez que se encontraba en su experiencia con lo inconsciente, esta idea era abandonada, porque lo inconsciente no se puede ubicar, así como Llinás dice que ni la conciencia, la autoconciencia y el yo no por no ser ubicados dejan de existir, así tampoco tiene que dejar de existir lo inconsciente.

“Sería un grave error concluir que los contenidos mentales subjetivos que experimentamos como recuerdos o fantasías en realidad residen en estas conexiones neuronales estructurales. Y no sería un menor concluir que las experiencias perceptivas concientes descritas anteriormente puedan en realidad hallarse en las zonas corticales unimodales. Nunca encontramos un pensamiento dentro de un pedazo de tejido” (Kaplan; Solms, 2000).

No se ha encontrado en ese pedazo de tejido al hombrecito dentro del hombre como creían muchos pensadores en el siglo pasado, incluyendo a psicoanalistas que creían que el yo era ese hombrecito dentro de cada quién, porque si se llegará encontrar ese hombrecito también cabría la pregunta ¿qué hay dentro de ese hombrecito?

“En nuestra esencia no somos seres mentales ni físicos (…) El monismo de doble aspecto (tal cual como lo entendemos) implica que el cerebro está hecho de una sustancia que parece física. Cuando se observa desde afuera (como un objeto) y mental cuando se percibe externamente (en el espejo, por ejemplo) e internamente (por medio de la introspección) están percibiendo lo mismo de dos maneras diferentes (como un cuerpo y como mente). Esta distinción ente cuerpo y mente es por lo tanto un aparato de percepción” (Soms; Turbull, 2004)

La percepción va apareciendo como una función esencial dentro del cerebro para los neurocientíficos, no por nada Llinás se refiere a la percepción del mundo externo como una de las dos funciones que caracterizan el cerebro humano, la otra sería el lenguaje.

La percepción para el psicoanálisis Freud la relaciona con el sistema percepción – conciencia, aunque esta percepción – conciencia no es la conciencia de la psicología o aquello objetivo que se logra en la relación con el mundo exterior, Freud la relaciona más con la defensa ante los estímulos del mundo exterior, como una cualidad perceptual de subjetivización del mundo exterior.

“Nuestra conciencia por lo tanto traduce las masas en movimiento a cualidades y a éstas es a lo que sentimos o le damos creencia de realidad. La percepción misma, entonces, es una traducción, una cualificación (…) Por lo tanto la percepción no es objetiva, es subjetiva” (Valls, 2004).

Las masas en movimiento es lo que Freud llamaba mundo exterior, las percepciones dejan huellas (mnémicas) en el psiquismo que las transforma en representaciones que se relacionan entre sí (cadena representacional o significante), que se ordenan por lo simbólico del lenguaje, en lo inconsciente, estas se ordenan por medio de los mecanismos inconscientes (condensación y desplazamiento en Freud, o metonimia o metáfora en Lacan) y llegan por la representación palabra a la conciencia nuevamente, es decir que al final el sistema precepción –conciencia se encuentra mediado por lo inconsciente.

Según las teorías clásicas de la percepción existe un percipiens (aparato de percepción) responsable del perceptum (lo percibido) el psicoanálisis comenta que la percepción esta mediada por lo inconsciente, ordenado por lo simbólico o por la articulación de un sujeto al lenguaje, es así que lo percibido (perceptum) esta estructurado por el lenguaje que a su vez estructura a un sujeto, es por eso que un sujeto tiene que hablar, emitir palabras que son las representaciones de eso percibido en un primer momento por la conciencia y vueltas inconscientes y que sólo pueden surgir a la conciencia por medio de la palabra.

Todo esto hace parte para Freud de su teoría metapsicológica o de los fundamentos del psicoanálisis, desarrollando una teoría de un psiquismo inconsciente más que consciente, donde este último se encuentra influenciado por lo inconsciente y cuya función es tratar de dar cuenta de eso percibido del mundo exterior y representado por el mundo interior.

“Lo inconsciente es el círculo más vasto, que incluye en sí al círculo más pequeño de lo conciente; todo lo conciente tiene una etapa previa inconsciente, mientras que lo inconsciente puede persistir en esa etapa y, no obstante, reclamar para sí el valor íntegro de una operación psíquica. Lo inconsciente es lo psíquico verdaderamente real, nos es tan desconocido en su naturaleza interna como lo real del mundo exterior, y nos es dado por los datos de la conciencia de manera tan incompleta como lo es el mundo exterior por las indicaciones de nuestros órganos sensoriales” (Freud, 1892)


Desde estas palabras de Freud no cabe duda que lo inconsciente (como el mundo exterior) no pueden ser aprehendidos completamente, y ahí se comienza a diferenciar lo que dice un neurólogo como Llinás, que dice que el cerebro se caracteriza por percibir completamente el mundo exterior y lo que dice el psicoanálisis es que esta percepción es “incompleta”, aunque las dos construcciones teóricas se comienzan a acercar cuando Llinás también dice: “Imagínese que los sonidos no existen afuera, son tan solo una interpretación que hace el cerebro. Los colores tampoco existen afuera. La sensación que tenemos de tacto o de dolor no existe fuera de nuestra cabeza. El sistema nervioso ha desarrollado un sistema propio para caracterizar el mundo externo con propiedades que no existen afuera. La ‘realidad’ es tan solo un constructo que nos permite movernos inteligentemente, interactuar, etc.” (Llinás, 2006)

El psiquismo psicoanalítico es la relación del sistema mundo exterior, percepción – conciencia con la representación - inconsciente, todo esto desde lo intangible, lo cual no indica que no tenga consecuencias, esta intangibilidad no es sin consecuencia, ya que esta percepción le aporta a cada sujeto un mundo “posible”, una representación de ese mundo y es por eso que Llinás dice que vivimos en una realidad virtual donde no existe posibilidad de saber qué es exactamente lo que existe afuera sino sólo aquello percibido por los “trucos del cerebro”.

La conciencia y la percepción que para los neurólogos son dos funciones principales del cerebro no son tan “objetivas” como creían los fisiólogos del siglo XIX y comienzos del XX, si estas no dependen completamente a receptores sensoriales localizables en el cerebro, ¿cómo querer ubicar lo inconsciente, y lo que es peor, cómo negarlo? Estas negaciones a pesar de los innumerables trabajos de neurobiólogos que han afirmado que la percepción no es la simple entrada de información en el sistema nervioso central, como si fuéramos computadoras – de ahí lo incorrecto de la analogía cerebro – máquina- en este proceso opera lo inconsciente, es decir opera lo subjetivo, y no sólo porque lo diga el psicoanálisis hace más de un siglo, esperando pacientemente que la misma “ciencia” lo legitime, “La estructura del cerebro real tiene otras propiedades (como la subjetividad) que no se pueden simular con circuitos electrónicos” (Llinás, 2006)

Con esta última frase se podría decir que el futuro de la investigación neurocientífica es aquello que Llinás llama “las bases físicas de la subjetividad”, ante esa apuesta de un científico como Llinás sólo queda desearle suerte, porque el psicoanálisis hace mucho tiempo viene apostando por una investigación de la subjetividad no desde sus bases físicas (mostrándose cierta imposibilidad para realizarse), sino desde lo inconsciente, no localizable ni objetivable sino subjetivable.


No supe que te amaba hasta que me escuché diciéndotelo, por un instante pensé "Dios mío, ¿qué es lo que he dicho?", y a continuación supe que era la verdad" Beltrand Rusell


Jairo Gallo Acosta es Psicólogo. Estudios de Maestría en Psicoanálisis, Universidad Argentina John F, Kennedy. Docente investigador de la Universidad Cooperativa de Colombia, Bogotá.

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