El psicoanálisis advierte del devenir de esa instancia imaginaria que es el “Yo” necesaria para la subjetivación, para que se cree la identidad. Es en la mirada del Otro (padres, cultura, sociedad, lengua…) y del semejante, que el organismo pasa de ser solo suma de funciones a un cuerpo humano, tomado por la imagen y el lenguaje. De ahí que las palabras y las imágenes (nos) sigan afectando el cuerpo durante toda la vida: lo que se ve de sí en el espejo, lo que se cree que el otro ve, lo que se quiere ser, etc. y demás juegos identificatorios.
El Amor-Odio es igualmente un producto de la relación especular con ese otro a quien puedo amar-odiar, puesto que me ha amadodiado; es un ir y venir de palabras, afectos, miradas y caricias, donde el otro funciona como “Ese” que ha dado consistencia a lo que se cree que se es (las nociones del propio Yo) En ese sentido, el Yo siempre “viene de afuera” es externo, por lo tanto ex–traño, extranjero.
Ya en otro lugar (Sobre el llamado Bullying) hemos abordado las implicaciones y efectos de denominar ciertas expresiones en la escuela, bajo el único rubro de Bullying. Ahora abordaremos la estructura del amor-odio.
Cuando se ama también se odia, es el reverso necesario; no hay amor sin odio. La sabiduría popular dice “Del odio al amor, solo hay un paso” por lo tanto amar a alguien también implica odiarle, o como ha dicho el filósofo y psicoanalista Zlavoj Zizek, “La medida del amor al otro, es el daño que puede infligírsele” Ciertamente alguien pensará que los insultos y golpes nada tienen que ver con las palabras y caricias tiernas, sin embargo podríamos decir, que poseen la misma estructura, ambas se producen en una intensidad de afectos en donde los participantes están tomados. De ahí el “Pégame, pero no me dejes” “Odio prefiero, en vez de indiferencia”
Al ser el Yo, otro, en el odio al otro, al que se le pega e insulta, así como al que se ama, se esconde el amor-odio a sí mismo. Un ejemplo: ¿A quién se critica y golpea? Al otro, semejante pero que posee un “defecto” en su aspecto, forma de hablar, de hacer ciertas cosas, etc. En inglés se le dice “looser” (perdedor) adjetivo que igualmente se emplea en nuestro país. ¿Quién es el looser? Evidentemente todos, puesto que el ser humano surge de la pérdida, de la falta. Pero se ubica a alguien como looser, aquel que bajo ciertos criterios es perdedor, no se ajusta a lo ideales de la moda, la forma de ser, etc.; porta y evidencia lo que todos llevamos “dentro” Al atacarlo y denigrarlo, se establece una distancia en donde es ubicado en el lugar del malo, defectuoso, etc. entonces se le rechaza, se le intenta –cual chivo expiatorio- dar muerte, para así, darle muerte a lo propio odiado. La sabiduría dice, que cuando se señala a alguien con el dedo índice, son cuatro los que señalan al propio Yo: eso que se ve en el otro es compartido, es común, pero ilusoriamente se cree solo perteneciente al otro, y por eso se ataca, se agrede, y en algunos casos, se mata, tratando de dar muerte a “ESO” que veo en el otro: odio, diferencias, flaquezas, fragilidades, enfermedad, imperfección, maldad, fealdad, etc. En ese sentido toda discriminación es odio al propio Yo. La cuestión no es intentar erradicar la agresión mediante estrategias de control y vigilancia, sino de establecer condiciones para que cuada cual se cuestione: ¿Qué es lo que veo en el otro, que odio-amo tanto, que me molesta y lleva a agredirlo? Reconociendo(me) en eso que odio y amo en el otro, podré saber algo del enigma de mi propio Yo; eso no asumido como parte propia.
“Lo que soy Yo mismo no puedo verlo
Lo que veas de mi no puedo esconderlo”
Fernando Delgadillo, Desfile de Antifaces