En la Conferencia 35 de "Nuevas Lecciones Introductorias al Psicoanálisis" vemos que Freud prefiere acercar el psicoanálisis a la ciencia antes que a la religión, dado que ésta deforma la verdad por acción del ropaje simbólico que le otorga, y en función de esto se constituye en ilusión. Es decir: la religión provee un marco fantasmático destinado a velar lo real, aportando una escena unificante y explicativa. En cambio el pensamiento científico tiene como meta la coincidencia del saber con lo verdadero, valiéndose para ello de la investigación en tanto pregunta permanente respecto de lo real. La ciencia no se erige como saber absoluto e incuestionable, no es una hipótesis explicativa única, sino que avanza a partir de recortes de la realidad, no llegando nunca a dar cuenta del todo.
Freud destaca la importancia del cuestionamiento del saber al que el científico arriba y la posibilidad de reformularlo, siendo la imposibilidad de pensar, de poner en entredicho el saber la crítica más fuerte que le dedica a la religión.
Lacan nos indica que la fragilidad óntica del status del inconsciente freudiano tiene que ver con el modo de proceder de su descubridor, en tanto se sostiene de la recuperación del sujeto del cogito cartesiano: la certeza en la duda. En este sujeto, que se halla en el nudo de la diferencia saber/verdad se funda la certeza freudiana, ya que se dirige justamente allí donde el saber vacila, donde la ligadura se interrumpe por un momento.
El sujeto que la ciencia forcluye en sus pretensiones de objetividad ha dado lugar a toda una tradición psicológica que vuelve convergente la relación saber/verdad poniendo en primer plano a la conciencia como sede del conocimiento. La conciencia de la psicología es pasible de conocerse y a la vez puede conocer, es la vía de acceso a la verdad. El sujeto del psicoanálisis es otra cosa. Es justamente la recuperación de ese sujeto rechazado por la ciencia. Dice Freud en 1916 "Quién a despecho de estas advertencias tome las falsificaciones del yo como buena moneda, tendrá allanado el camino, y estará a salvo de todas las resistencias que se levantan contra el psicoanálisis por el énfasis en lo inconsciente, en la sexualidad y en la pasividad del yo.[...]Pero será incapaz de explicar un solo detalla de la formación del síntoma, ni un solo sueño", es decir, por esta vía no se producirá ningún orden de saber.
La revolución freudiana, que Lacan caracteriza de copernicana, cobra valor a partir del descentramiento que opera respecto de la conciencia y del yo. Cuando Freud detecta un núcleo inconsciente en el yo que detiene el análisis, que resiste, procede a diferenciar definitivamente el yo de la conciencia: no se recubren ni son intercambiables. A partir de aquí el yo es lugar de desconocimiento, y es válido preguntarse Qué resiste? Qué interrumpe la cadena asociativa? Qué impide hacer conciente lo inconsciente?. Hay algo que siempre se nos escabulle, que se rehúsa a ser ligado "La verdad no es otra cosa sino aquello de lo cual el saber no puede enterarse de lo que sabe sino haciendo actuar su propia ignorancia".
Hacer actuar la ignorancia: un sujeto posible
Freud se detiene en fenómenos en los cuales el yo no se reconoce como agente, donde ve esfumarse su pretendida unidad: sueños, lapsus, síntomas, en el punto donde su imagen se pierde y no hay saber que responda. Que luego el hilo asociativo se retome no sutura la brecha que lo precedió un momento antes. Es en el tropiezo del discurso, en el corte de la cadena significante donde se ubica la irrupción inconsciente que se presenta con ese carácter pulsativo que Lacan le destaca. Hay un juego de apertura/cierre en el que el sujeto en tanto que aparece, desvanece. Allí no hay nada azaroso, algo del orden del sujeto aparece puesto en acto en la transferencia. Cobra forma bajo el aspecto de una pérdida, de un encuentro fallido, de ausencia de representación que viene a dar cuenta del fading del sujeto, de su indeterminación. No puede enterarse de lo que sabe sino situando lo cruces, las repeticiones donde esa hiancia se presenta como presencia de una ausencia.
La verdad funciona como causa en tanto no se puede decir sobre ella, y en cuanto algo de este orden se presenta lo hace en la dimensión de la pérdida. Hay un resto imposible de apresar.
Interrogar el orden de verdad que el síntoma encubre ha sido llamado desciframiento. A la luz de las reflexiones precedentes cabe preguntar entonces Qué se descifra en psicoanálisis?
Plantearnos la interpretación como táctica del analista supone primero establecer a qué orden de verdad apunta este modo de intervención. Si interpretar es dar sentido, proveer significación, estamos del lado del saber, de la construcción de un saber lógico y articulado, es decir: enmarcamos satisfacción.
El desciframiento en psicoanálisis consiste en desanudar lo que allí está cifrado a partir del equívoco, de poner en entredicho la significación allí contenida. Valerse del equívoco permite deslizar, es contrario a la fijeza que proporciona una significación que no hace sino contribuir a la ilusión se cierto encuentro del sujeto con su representación. La interpretación tal como Lacan la plantea apunta al sin-sentido a partir de la localización de un S1 significante que le es primordial al sujeto, pero que no lo representa. Sin-sentido que inexorablemente seguirá las huellas de cierta lógica fantasmática, no ya para satisfacerla sino para dejarla al descubierto.
Que la intervención analítica toque ese significante al que abrocha un elemento real, tiene por efecto un reordenamiento del campo, una conmoción en la economía de la satisfacción. Esto es: tratamiento de lo real por lo simbólico, es decir la praxis psicoanalítica.