Entrevistas

20 DE JULIO DE 2018 | EDUCACIÓN

“Levantamos la bandera de la diversidad pero no sabemos cómo traducir eso en el aula”

Entrevista a Isabelino Siede, Doctor en Ciencias de la Educación, quien analiza las aulas y la complejidad de las escuelas del pasado y de la actualidad.

Por Lic. Carolina Duek
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​-¿Cómo ves la educación en Argentina, hoy? Es una etapa más conflictiva la actual?

-Todas las generaciones consideran que su etapa es la más difícil. Como adultos, vemos la etapa actual como particularmente compleja pero si uno escarba un poco lo que pensaban las generaciones anteriores, no es muy diferente a lo que nos pasa ahora.

​-¿Qué tenemos ahora como parte de la complejidad?
-Una serie de cambios tecnológicos muy acelerados y eso implica un cambio fuerte en las relaciones entre generaciones. Hay otras cuestiones que no son tan novedosas como un contexto de profunda desigualdad. Nos manejamos en el ámbito educativo con los efectos de una sociedad desigual, exclusora e injusta.
Y también hay una enorme diversidad, aunque la sociedad no es mucho más diversa que cien años atrás. Lo que sí había en esa época era una convicción de que había que civilizar al bárbaro; el diferente era el que había que moldear de acuerdo a parámetros prestablecidos, mientras que hoy levantamos la bandera de la diversidad pero no sabemos cómo traducir eso en acciones concretas en el aula.
Otro tema es la diferencia entre la educación y el sistema educativo. Dentro del sistema educativo hay cuestiones particulares como la que la escuela es una institución diseñada en consonancia con los modos de producción del siglo XVIII, y hoy, por un lado ha quedado apegada a esas formas originarias, pero por otro lado hay cuestiones muy interesantes de ese formato escolar. Ese formato remite a un grupo de alumnos en un aula con un adulto que guía el conocimiento, a la vez brinda ciertas herramientas, y ofrece las posibilidades para construir otros modos de ver el mundo. Esto, en el sistema educativo escolar muchas veces ha sido declarado muerto u obsoleto. Sin embargo, yo creo que, en algunos aspectos, esa distancia entre el formato escolar y buena parte de las prácticas de la vida cotidiana actual a veces muestra la riqueza del formato escolar. Por ejemplo, cuando yo era chico ver la televisión significaba negociar con mis hermanos el tiempo de cada uno, quién cambiaba de canal y quién la antena. Es decir que había un proceso de negociación permanente con el otro en el ámbito doméstico, que implicaba aprendizajes, peleas, conflictos… Cuando yo era chico era más frecuente jugar en la vereda, en la plaza, el club, la parroquia, es decir, instituciones que albergaban a variedad de chicos. Cuando gran parte de estas prácticas colapsa, en muchos chicos el primer ámbito de encuentro con el otro es la escuela. En muchas casas, hoy hay una pantalla para cada persona y cada uno mira lo que quiere, cuando quiere y cuanto quiere, es puramente individual. No tiene necesidad ni siquiera de comentarle a otro lo que está viendo. Es en la escuela donde se encuentra con otro que tiene diferentes intereses, otros modos, otros deseos, otros estilos, y encima molesta y quiere hacer otra cosa… Eso hace que el trabajo en las escuelas sea más complicado porque la convivencia escolar se hace difícil y a la vez hace que sea más valioso el proceso del grupo. Esta grupalidad, que es de otra época, hace a la escuela, más potente y enriquecedora, ya que está perdida en otros ámbitos.
A veces aparecen discursos que buscan soluciones mágicas a los problemas educativos, pero resultan peligrosos. Por ejemplo, suponer que todos los problemas se solucionan llevando computadoras a las aulas, es perder lo más rico que tiene la escuela. O dispositivos que buscan la medición y el control de los aprendizajes y la trasmisión de saberes.
Hay discursos que vienen de la economía con la necesidad de medir el gasto o, en el mejor de los casos, la inversión, que pretenden dar cuenta procesos educativos pero dejan por fuera muchas situaciones complejas que ocurren en la escuela. No miden cuando un chico o una chica torció su destino de exclusión, cuando encontró contención emocional en un contexto difícil, cuando amplió enormemente su mirada del mundo. Muchos procesos educativos no se dejan atrapar por esas mediciones, pero a algunos medios les resulta fácil convencer a la sociedad de que todo es medible.

​-Con respecto a la inclusión de las computadoras en el aula, cuál es tu opinión?
-Incorporar tecnología es muy útil, siempre que no se pretenda convertir el aula en un ámbito tecnológico idéntico al extraescolar. Dentro del aula hay artefactos que la escuela ha ido adoptando como el pizarrón, pupitre, cuaderno escolar, lapicera, que tuvieron un uso y un efecto muy potente en un momento y ahora han caído en desuso. Las nuevas tecnologías ofrecen nuevos artefactos que son útiles para tramitar los aprendizajes dentro del aula. Lo que yo cuestiono son dos cosas. Por un lado la idea de que un artefacto garantiza calidad en educación, por otro la idea de acomodar toda la escuela a la lógica interna de los artefactos. Se trata de que los artefactos estén al servicio del proceso de subjetivación y no a la inversa. Entonces, que en el aula se usen computadoras viene bárbaro, pero no necesariamente el uso mejora la calidad. Siempre las nuevas tecnologías generan impacto en la escuela. Yo soy de la generación donde los maestros discutían si se podía usar birome en la primaria, vi también discusiones sobre el uso de reloj pulsera en los alumnos, porque el reloj llevaba a la pérdida de autoridad del director de decidir cuándo era la hora del recreo y cuándo terminaba. El ingreso de la calculadora al aula era todo un tema, parecía que iban a dejar de aprender matemáticas por usarla. Tiempo después la calculadora se incluyó en la didáctica de la matemática. Los cambios tecnológicos impactan de una forma en la escuela y lleva un tiempo más o menos lógico de asimilación. Hace 5 años, un celular era básicamente un teléfono. Hoy un celular es una computadora, cumple muchas más funciones que un teléfono. La escuela puede hacer mucho con ese instrumento, no sometiéndose a él, sino logrando que esté al servicio del proceso educativo y esto va a llevar un tiempito.

​-Con respecto a tu libro Casa y jardín. Complejas relaciones entre el Nivel Inicial y las familias, cómo es la relación entre la familia y la escuela?
-Es muy compleja la relación. Buena parte de los problemas que transcurren en las escuelas tienen que ver con las representaciones que tenemos respecto a esto. Hay dos representaciones que son problemáticas para el posicionamiento de los docentes. Por un lado, la fantasía de que las familias de antes eran mejores, y hoy tenemos familias informales, inestables, conflictivas, carenciadas. Cuando uno escarba un poco en la historia de las familias a lo largo de la humanidad, las familias siempre han tenido procesos conflictivos, y bastante contradictorios, con fuertes roces entre géneros y generaciones, en el marco de contextos sociales a veces turbulentos. Es cierto que hay modalidades de familias que se han ido cambiando pero también han cobrado visibilidad un montón de conflictos de las familias, que antes permanecían fuera de lo público o que se ocultaban deliberadamente.
Respecto de los valores y la identidad, suele hablarse con un tono tanguero y nostálgico en las escuelas: “familias eran las de antes”, “tenemos que recuperar la identidad”, “hemos perdido los valores”. Nos resulta difícil comprender que las familias siempre han tenido un sesgo conflictivo, complejo, cambiante, tensionado. Y en un país que ha tenido guerras civiles, terrorismo de estado, violencia recurrente, terrorismo de mercado, todo eso impacta en la sociedad. ¿Cómo podría haber habido familias tan estables, armoniosas y felices en esa historia?
Otra representación fuerte es que antes había una relación armónica entre familias y escuelas. Cuando uno escarba la historia escolar de nuestro país encuentra que esto tampoco era frecuente. Sarmiento cuenta casos de maestros expulsados por las quejas de las familias, hace 150 años. Tampoco Juana Manso tuvo buena relación con los padres. Si sacamos esas representaciones ilusorias, podremos empezar a matizar un poco los cambios.
Efectivamente hay transformaciones en el ámbito doméstico en la actualidad porque algunos procesos culturales se han tornado más dinámicos e inestables, no como pérdidas sino como conquistas. Mujeres y jóvenes han conquistado derechos, sin ir más lejos. También ocurre que las familias sufren a la intemperie los cimbronazos de la economía del país, y los procesos institucionales impactan en la escuela.
En la relación entre familias y escuelas también ha habido transformaciones.

​-¿Qué cambió este último tiempo respecto de los orígenes de la escuela?
-En las últimas décadas del siglo XX se hizo notorio un quiebre que venía desde antes. Ya no es la escuela la única agencia de construcción de legitimidad de orden social, ni la escuela puede prometer progreso económico o reconocimiento social a los que egresen de ella. En su reemplazo, la escuela se asienta sobre una doble amenaza: el estado sabe que no es la escuela la legitimadora del orden social pero sin una escuela puede aumentar la conflictividad social y los sectores populares saben que la escuela no les puede prometer progreso pero sin la escuela están condenados de antemano. No nos une el amor, sino el espanto… Hay un malestar que tiene que ver con la relación entre la ciudadanía y el Estado. Eso se tramita en cinco tensiones entre familia y escuela que son problemáticas pero a la vez ofrecen oportunidades. Me refiero a tensiones que giran en torno a la confianza, la autoridad, la legitimidad, la comunicación y la cooperación.


​​Isabelino Siede​ es Doctor en Ciencias de la Educación (UBA), Licenciado en Ciencias de la Educación (UBA) y Profesor para la Enseñanza Primaria (ENNS N° 2 Mariano Acosta). Se desempeña como docente e investigador en la Universidad Nacional de La Plata, la Universidad Nacional de Moreno y la Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Ha publicado Entre familias y escuelas (Paidós, 2017), Peripecias de los derechos humanos en el currículo escolar de Argentina (Eudeba, 2016), Casa y jardín. Complejas relaciones entre el Nivel Inicial y las familias (Homo Sapiens, 2015), Ciencias sociales en la escuela. Criterios y propuestas para la enseñanza (Compilador. Aique, 2010). La educación política. Ensayos sobre ética y ciudadanía en la escuela (Paidós, 2007), Ciudadanía para armar (Compilador en colaboración con Gustavo Schujman. Aique, 2007), Formación ética. Debate e implementación en la escuela (Santillana, 2002), Retratos de familia en la escuela. Enfoques disciplinares y propuestas de enseñanza (Compilador en colaboración con Silvia Calvo y Adriana Serulnicoff; Paidós, 1998) y Todos y cada uno frente al desafío de los derechos humanos (Amnistía Internacional de Argentina, 1997). Participó en la elaboración de diseños curriculares en la Ciudad de Buenos Aires y en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Chubut.

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